Estos días me puse a pensar qué
bonito es este entusiasmo y alegría que brota en el corazón cuando vamos a
vernos con aquella persona que queremos tanto. Esa especie de emoción que nos mantiene
más despiertos y motivados por avanzar en el día, que nos anima a despertarnos
con buena disposición en la mañana, aunque estemos muy cansados, ese mirar el
reloj más seguido que de costumbre, esos recuerdos que evocan en la memoria sobre
momentos inolvidables que hemos vivido juntos e incluso el buscar fotos u
objetos significativos. Tal vez los nuestros ya se ríen porque saben de memoria
que nos vamos a encontrar con esa persona por haberlo repetido varias veces.
Signos externos o internos que muestran el verdadero cariño y lo importante que
es para nuestras vidas.
Espero que todos hayamos tenido
esta experiencia en más de una ocasión. Una experiencia que traspasa las fronteras
psicológicas o sociales; es algo más interior que toca dimensiones espirituales
y fibras más profundas.
Me maravillo siempre por tener
el regalo en nuestra humanidad de experimentar la dimensión del verdadero encuentro.
Un misterio hondo que es más preciado aun cuando nos lleva a vivir la comunión.
Misterio de este amor y encuentro que va más allá de las palabras. Éste que hace
personas irremplazables en nuestra vida, con las que podemos vernos luego de
mucho tiempo, y saber que hay un vínculo que sobrepasa toda barrera y todo obstáculo.
Tal vez, en estos días previos a la Navidad, ésta sea
más clara. Y démosle gracias a Dios por el regalo de estas personas entrañables
que viven en comunión con nosotros.
Hoy al rezar tomé conciencia que,
así como podemos reconocer la maravilla de esta experiencia, tengo el regalo de
también vivir este encuentro y comunión con el mismo Dios. Alguien real que
sueña, se emociona e hizo tantas cosas para que podamos encontrarnos una y otra
vez. Alguien que siempre toma la iniciativa para vivir el encuentro y la mayor
de las comuniones.
Este lindo tiempo de Adviento,
es un tiempo en el que también vamos disponiendo nuestro corazón y nuestras
vidas para acogerlo cada vez más. Y al leer este Evangelio del domingo sobre
Juan Bautista, me encantó ver cómo su misión de anunciar la venida de la
Salvación animándonos a la conversión, nos anima también a preparar el camino
para encontrarnos con Él.
Entonces me venía esta comparación desde la
experiencia que les menciono al inicio:
Y así como me emociono y dispongo tantas cosas
para la llegada y encuentro con los que amo, puedo también disponerme para
encontrarme con Aquel que me ama más que nadie.
Así como evoco lindos recuerdos de aquellos que
amo, puedo evocar tantas actitudes de Aquel que me ha amado primero.
Así como organizo mi casa o me arreglo para
encontrarme con ellas, puedo arreglar mi vida y organizarla para encontrarme
más plenamente con Él.
Y el camino que Juan Bautista y el profeta
recuerdan, es preparar “el camino del
Señor”. Lc 3,4
Señor, este camino que preparo tiene un detalle
importante: que mi camino se une al tuyo, porque en realidad mi camino es tu camino.
Puedo tener planes, ideas y quereres, pero más de
una vez me has confirmado que tus caminos, tus ritmos y tus formas son las
mejores. Más de una vez en mi vida he confirmado que la senda que necesito para
ser feliz es la que Tú me enseñas.
Preparar tu camino, que implica
ese organizar, limpiar, arreglar y dejar todo dispuesto para el bendito encuentro
que podemos vivir día a día. Preparar mi corazón, mi voluntad, mis decisiones,
mis proyectos y todo, para que seas Tú quien te quedes más adentro, más cerca y
en esa comunión anhelada.
Preparar este encuentro en el
que como dice el Evangelio hay cosas por rellenar, rebajar, rectificar o
allanar. Pero me encanta ver que todo esto se dice en verbo pasivo:
"todo barranco será rellenado, todo monte y
colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán
caminos llanos." Lc 3,5
Y estoy convencida que lo dices así,
porque quien puede hacerlo por nosotros, quien tiene el poder y un deseo más grande que el nuestro ¡eres Tú mismo!
Es decir, Tú quieres venir a estar
con nosotros, Tú vienes a buscarnos y ante nuestro deseo de tener un camino preparado, nos das todo para lograrlo…
Y si te pidiera algo más para esperarte
y abrirte más el corazón, también me lo darías.
Y sí, mi Señor,
Eres Tú quien rellenarás los
barrancos de todas mis carencias, miedos, ignorancias y debilidades con la
fuerza de tu amor y gracia.
Eres Tú quien rebajarás las colinas
de mis orgullos, de mis malos temperamentos, disfuerzos y vanidades con tu humildad y ternura paciente.
Eres Tú quien rectificarás y reencausarás
los desvíos de mis malas decisiones y opciones con la luz de tu Espíritu y
tu sabiduría infinita.
Eres Tú quien allanarás las asperezas
de mis conflictos interiores, con la generosidad de tu entrega y la paz de tu corazón.
Señor, no tardes en llegar.
Aquí te espero con el corazón cada vez más abierto y entusiasmado.
Aquí te espero tratando de prepararme lo mejor posible.
Aquí te espero junto a tu Madre que es la mía, confiando en las palabras que nos dices:
"Y todos
verán la salvación de Dios." Lc
3,6
Lc
3, 1-6
Muchas gracias querida hermana muy linda tu reflexión. Recordando que nuestro Camino debe ser el de Jesús nuestro Señor.
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