Esta semana tuve la oportunidad de conocer y maravillarme con este árbol que les comparto en la foto. Es del siglo XVII. Imponente por el tamaño, el grosor de sus ramas y por estar tan lleno de vida luego de tantos siglos. Está en medio de un inmenso lugar dejando cualquier otra palmeras o árbol como pequeño e incomparable. No sé si me impresionó más el ancho del tronco central, las raíces profundas que no se ven, pero se saben, o la sombra que ofrece. Pero esa tarde me transmitió mucha paz al verlo junto al atardecer del sol. E inmediatamente me llevó a la analogía de querer tener esa vida sólida de quien tiene hondas raíces y consistencia personal. Y entonces al rezar el Evangelio de este domingo me detuve particularmente en lo que justamente el Señor nos dice sobre los frutos de los árboles. "Cada árbol se conoce por su fruto: no se cosechan higos de los espinos, ni se recogen uvas de las zarzas" Lc 6,44 Me hice un ejercicio interior que me ayudó mucho. Los animo ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...