Esta es una de mis historias favoritas. La he
meditado y contemplado muchas veces y siempre el Señor me sorprende con algo
nuevo. Me identifico con mi amigo San Pedro y creo que tú también puedes
hacerlo. Un hombre apasionado por su labor y trabajo, con una familia y amigos
con quien compartir. Tuvo el regalo de ir conociendo poco a poco al mismo
Cristo quien le llamó a ser su apóstol. Alguien que al igual que nosotros pasó
por experiencias particulares como la de esta historia.
Toda una noche pescando sin resultados. Un experto
que no tiene la garantía de controlar el mar ni los peces. No debió ser la
primera vez en que este oficio le llevó a sentir que el esfuerzo fuese sin frutos. Algo semejante a lo que vivimos cuando unas veces va bien
y otras no.
Pero sea de una u otra manera, Simón al igual que
nosotros, mantenemos ese deseo de algo y Alguien que no se vaya de nuestro lado para darnos una verdadera seguridad. Pesca necesitada de amor, de poder ser útiles y buenos, de
lograr esas metas auténticas, de poder ser ejemplo y ayuda para los demás.
Deseos todos muy humanos y válidos, pero que en muchas ocasiones nos dan la
impresión de no verse alcanzados pues hemos estado toda la noche, varios años,
varios intentos, varias formas y personas sin haberlo conseguido.
Y el misterio que Dios nos revela, es que son esos
momentos de aparente frustración en los que ocurren los más grandes milagros en
nuestra vida. Momentos en los que parece estar todo en contra, en los
que la pesca es estéril sin entender nada. Momentos como el de Simón cuando la impotencia se une a un Jesús que viene a
pedirnos aún más. Pide prestada su barca para hablar a los demás, esa barca en la que no pudo pescar nada. Y entonces, Él no solo nos pide prestada
la barca de nuestro actuar y nuestros dones, sino que también nos pide volver a
intentarlo.
Darían ganas de decirle: "Señor, es que no nos entiendes, no te das cuenta por lo que estoy pasando". Y es que cuántas veces puede pedirnos
algo que a primera impresión parece ilógico, desproporcionado, injusto o
absurdo.
Le pidió remar mar adentro para pescar otra vez.
Como nos pide entrar a esos temas dolorosos y profundos, entrar a aquellos retos
que aún no nos atrevemos a intentar, o enfrentar esas situaciones que nos
causan temor y duda.
Quedan entonces dos opciones: no creerle permaneciendo en lo seguro
y estable, o tomar el riesgo para encontrar la aventura de volar más alto…
Simón tomó el riesgo, y confiando en Jesús remó mar adentro.
Entonces ocurrió el milagro. Y Pedro no sólo pescó a media mañana, en pleno sol y movimiento cuando lógicamente los peces se
esconden. Sino que además fue una pesca milagrosamente abundante. Jesús sobrepasó
todas sus expectativas.
Simón, tú y yo podemos tener la bendición de recibir
ese ciento por 1 cuando nos atrevemos a romper todo esquema y seguridad para
dejar que sea Dios quien obre y actúe en nuestras barcas, en nuestros tiempos,
en nuestras libertades y en lo más profundo de nuestro espíritu.
Y entonces viene el asombro de este
obrar divino. Entonces nuestra
fragilidad, pecado, limitaciones y malas decisiones que en mas de una ocasión
dañaron nuestra pesca, nuestro camino y nuestra vida se encuentran con el poder divino. Entonces una vez más entendemos que Dios es el único que puede curar y suplir todo.
Hoy Jesús viene a pedirnos prestada nuestra barca para
hablarnos y hablar a los nuestros. Hoy nos pide retos y aventuras que puedan
sobrepasar nuestras seguridades. Nos pide remar mar adentro, invitandonos a
confiar una y otra vez en Él.
Y si se dan milagros, si nos vemos sobrepasados
por recibir mucho más de lo que esperamos o pensamos que no lo merecemos, no nos
angustiemos. Así lo quiso Dios que nos ama tanto.
Y si los milagros de Dios en nuestra vida nos
causan temor o incertidumbre, escuchémosle decir: “No temas… desde hoy serás
pescador de hombres”, “No temas... porque desde hoy vivirás aquel llamado para el
que te he creado”.
No temamos pues fuimos hechos para ser pescadores de hombres, madres de los nuestros, amigos de los niños, consoladores de los tristes, ingenieros de problemas y proyectos y tantas misiones que puedan ser de una y otra manera reflejo del infinito amor de Dios.
No temamos, porque tiene
un nombre especial para ti y para mi como lo hizo con Simón llamándole Pedro. Un nombre que nos llenará de paz y de gozo.
Hoy abrámosle el corazón, lavemos nuestras redes y
preparemos nuestras barcas. Hoy escuchemos su llamado, lancemos las redes mar
adentro y esperemos con paz y esperanza esa pesca milagrosa que nos lleve a
descubrir la felicidad honda y eterna que nos quiere regalar.
Un bendito encuentro en el que vemos, una historia
como la nuestra…
Señor,
Hoy
solo quiero decirte
que,
aunque me llene de temores y dudas
aunque
haya una barca vacía con redes sucias de arena y algas
aunque
el mar se haga pesado y árido
con
el petróleo que daña o la tormenta que hunde
quiero
aprender de Simón
a
escuchar solo tu voz
dándote
mi barca y mis redes
lavándolas
para que se llenen de tus peces y dones.
Hoy
solo quiero dejar
que
el viento de tu Espíritu me lleve a fondo
para
esperar aquellos peces
de
tus misiones encomendadas
de
tu amor regalado,
para
ofrecerlo a los otros
para
compartirlo con quienes te buscan.
Que
tus milagros y bendiciones
puedan
ser un signo
para
que nuestro mundo entienda
que
la esperanza y la fe no se apagan
y
que tu amor nunca acaba
sea
en la abundancia o sea en la esterilidad.
Hoy
sólo te digo
que
espero tus palabras, tus ritmos y formas
para
ser pescador de hombres,
servidora del amor verdadero
testigo
de tu vida
Amén.
Lc 5, 1-11
Todo muy presiso me encanto
ResponderEliminarAyer escuché el evangelio por segunda vez, no lo comprendí bien el sábado y por eso tuve la necesidad de entender mejor. Tal vez porque sea mi caso. Hoy reforzaste lo oído. Gracias.
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