Varias veces me ha toca en estos tiempos tener que dormir fuera de mi casa. Días bonitos y de encuentro. Días necesarios y útiles para lo que Dios me pide. Pero siempre me llama la atención lo que siento cuando voy de regreso. Voy en el camino contando a mis hermanas lo vivido. Y al llegar y saludar a las demás, es como una sensación de gratitud y de alivio porque ya estoy de regreso. En mi casa estoy con aquellas que me conocen en el día a día, que saben en qué andan mis preguntas, mis asombros o mis búsquedas. Las que se ríen con mis distracciones y ocurrencias. Que rezan conmigo, que ríen, sueñan y caminan con lo que hoy nos toca vivir. En mi casa, puedo caminar segura y libremente por las rutas y rutinas de mi vida sencilla y cotidiana. Caminar por mis lugares favoritos, sintiéndome como niña, y escuchando lo que Él me dice. En mi casa, está ese cuarto en el que puedo descansar del esfuerzo, de las emociones del día, de los encuentros vividos o llorar a solas de las pen...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...