Esta imagen es una
simple imagen de un trébol. Una sencilla planta de color verde que no necesita
mucha agua y busca mucho el sol. Una planta tan simple y viva que ha sido un
ejemplo sencillo para explicar un misterio grande y difícil de entender, el de
la Trinidad.
Y hoy rezando el
Espíritu me dio el regalo de acercarme a este hermoso misterio desde categorías
muy simples y sencillas, quedándome muy agradecida y conmovida por lo que me
quiso mostrar.
Y creo que las
verdades más grandes de Dios, Él más de una vez ha buscado enseñárnoslas con
simbologías y ejemplo de formas concretas y sencillas.
Te invito a pensar
conmigo en este simple camino para poder atisbar, aunque sea un pequeño rayo de
luz de este inmenso misterio.
Si abro los ojos
del espíritu y corazón en este día, puedo darme cuenta cuántas veces puedo saberme
amada. Detalles y circunstancias que con una mirada rutinizada, desesperanzada
o superficial puedo dejar pasar.
Cosas hermosas de
la vida como ese abrazo de los niños cuando nos dejan la cara llena de
caramelo y chocolate, esa abuela anciana que hace un vencimiento grande para
caminar unos pasos y estar más cerca de los suyos. Ese amigo que pide perdón
de corazón a pesar de ser tan orgulloso, o aquel que también lo es y fue capaz
de agradecer. Esa madre pobre y enferma que en silencio se queda sin comer para
que a sus hijos no les falte el alimento del día. Esa tarde en familia, que
riendo y recordando, reconocen que son felices y que se aman mucho. Esa persona
pobre y honrada que encuentra una billetera y corre a devolverla al dueño. Esa
mujer que mendiga y recibe cariño y compañía de otra mujer con mejor suerte. Esa sonrisa transparente que despierta la esperanza en un corazón caído. Ese doctor que deja de dormir otra noche para acompañar a su paciente en las últimas horas de su vida. Esa profesora que acompaña al niño solo
y desprotegido que no tiene dónde sentirse seguro y escuchado. Esa persona que contagia el ardor y servicio por amor a los demás.
Cosas más sencillas como los regalos de la creación en ese sol que calienta nuestra tarde, ese perro que nos acompaña desde cachorro y parece que hablara con nosotros conociendo tan bien nuestros horarios y rutinas, ese pájaro que nos arrulla con su dulce canto, ese mar con sus olas blancas y constantes que no dejan de ondear y reventar sea el clima y el tiempo que sea. Esas flores y plantas de colores y formas infinitas para decorar nuestros días, nuestras casas nuestras rutas. Ese arcoíris que viene luego del llanto de la lluvia, para mostrarse como una alianza con nosotros.
Y la lista no
acabaría. Pero la pregunta que me hago es ¿Por qué estas experiencias
cotidianas y simples pueden llegar a tocar tanto el corazón, por qué son experiencias
que pueden despertarnos el alma y alegrarnos?
¿Cuál es el origen?
Experiencias
sencillas y cotidianas que tienen un solo y trino origen: el Amor infinito de
Dios.
Un Dios Amor que
habita y se hace sentir y vivir cuando podemos encontrarnos con la más mínima
categoría y experiencia de gozo, de amor, de entusiasmo, de deseo de dar y
entregarnos, de gratitud. Un Dios infinito que desborda y se refleja en infinitas
formas y modos, muchas más de las que nuestra mente y corazón sean capaces de
imaginar.
Y es que el amor, y más aún el amor de Dios, es un verdadero misterio. Es algo tan inabarcable, inconcebible, incomprensible e inmenso que sólo podemos comprender un poquito desde nuestra pequeña y torpe inteligencia, nuestra limitada sensibilidad y nuestros infantiles anhelos.
¡Y qué bueno que sea así! Que bueno que el amor de Dios nos envuelva,
nos sobrepase y nos de el descanso de estar en manos del mismo AMOR.
Hoy que
meditamos en este gran misterio del amor de Dios uno y trino, quedémonos humildemente
contemplando lo que sí somos capaces de percibir y comprender para que a
semejanza de la punta de un ovillo de lana que se va develando y estirando, nos lleve a
tejer a lo largo de nuestras horas, días y años la hermosa historia de amor que
Dios traza en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades
y entre los nuestros.
Hoy es el día de darle gracias a Dios porque su amor en comunidad, se hace concreto en nuestro mundo y en nuestra tierra.
Hoy es un día para darle gracias a Dios por habitar tan dentro de nosotros permitiendo que el amor del Padre nos siga protegiendo y regalando desde su amor providente, el amor del Hijo nos siga amando desde su entrega, su presencia y su constante salvación, y el amor del Espíritu Santo se haga sabiduría, fuego y consuelo a lo largo de nuestro camino.
Hoy es un día para
darle gracias por el amor que vivimos con los demás como reflejo del amor
trinitario sembrado en nuestro espíritu.
Que el día de hoy
la presencia de la Trinidad pueda manifestarse en nuestras vidas para darle
gracias por tanto recibido.
Pero que sea un día
también en el que nosotros acogiendo y viviendo su inmenso amor, seamos un signo
de este amor de Dios para todos los que nos rodean.
Señor,
¿Me ayudas a hacer
esta lista de tantas muestras de tu amor en mi vida cotidiana?
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