Cada año, tenemos el regalo de celebrar este tiempo de Pascua y culminar con la Fiesta tan hermosa de Pentecostés, en la que estamos agradecidos de un misterio que muchas veces no terminamos de comprender porque es el misterio del mismo amor.
Y fiesta en la que buscamos
comprender este misterio desde la imagen del Fuego, del Viento o de una Paloma.
Fiesta en la que queda claro que es la fuerza del amor y del poder de Dios, lo
que permite que podamos caminar y alcanzar la felicidad que tanto anhelamos.
Les ofrezco algunas
pinceladas de los primeros 4 versículos del pasaje de Pentecostés que me hablaron
particularmente y que espero pueda iluminarlos un poco.
“Al llegar el día de Pentecostés estaban todos
reunidos en un mismo lugar”. Hch 2,1: Los que estaban
reunidos, era esta comunidad de apóstoles en compañía de María. Comunidad con
la que pasaron 3 años benditos compartiendo el camino, el anuncio, los milagros
y tantas experiencias con Jesús.
Comunidad que puede
remitirnos a aquella que pertenecemos, aquella que está en el MISMO LUGAR. Esa con
la que compartimos la vida, las mismas metas, el mismo llamado y camino. Con la
que fuimos invitados a seguir el mismo rumbo y la misma misión.
Comunidad a la que pertenecemos,
pero en la que puede haber distintas personalidades, caracteres, edades, dones
y carismas. Comunidad variada como fue variada la comunidad de los apóstoles. Algunos más cultos como Mateo o Felipe, toscos
y de genio fuerte como Pedro o Santiago, de tendencia rebelde como Simón el
Zelote, muy jóvenes como Juan y otros muy apasionados e incrédulos como Tomás. Comunidad como la de nuestra familia, grupo de amigos o trabajo donde también encontremos hermanos
muy distintos y variados.
Hoy creo que es importante e iluminador recordar y tomar conciencia que Jesús no los cambio. No les pidió uniformizar su personalidad o intereses. Creo que hoy también me pide a mi y a ti, que seamos los mismos, que si cambiamos, sólo
sea para ser mejores personas. Que
habrá unidad en la diversidad, ésta que sí es posible por acción de Dios y no por nuestras negociaciones. Unidad en la diversidad cuando nos preparemos a acoger su Espíritu siendo quienes somos de
verdad…
“De repente vino del cielo un ruido como el de
una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban”.
Hch 2,2
Me llama la atención
un detalle que puede pasar desapercibido: El ruido fuerte y el viento que llenó
toda la casa, vino del cielo. No entró por las ventanas o las puertas. Entró de
forma divina.
Se sabe que estaban
a puertas cerradas. Estas que evidencian el miedo que tenían de ser acusados y
perseguidos. Temor que aumentaba, incertidumbres
que podrían aumentar las desconfianzas. Miedo que los lleva a estar encerrados.
Y entonces, la acción de Dios tiene un poder mayor. Pues nuestra vida en Cristo
nos enseña cada vez más que cuando hay mayor tribulación, dolor, temor o
desolación, la obra del Espíritu se puede ver con más poder y fuerza. Momentos en
que los candados y cerrojos que buscan protegernos por temor, hace que las
puertas y ventanas se abran con mayor ímpetu porque la obra de Dios Amor actúa
con más fuerza en la fragilidad.
Bien lo describía el
Papa Francisco:
“Miremos a los Apóstoles: estaban solos esa mañana, estaban
solos y perdidos, tenían las puertas cerradas por el miedo, vivían en el temor
y ante sus ojos estaban todas sus debilidades y sus fracasos, sus pecados;
habían renegado a Jesucristo. Los años pasados con Jesús no los habían
cambiado, seguían siendo los mismos. Después recibieron el Espíritu y todo
cambió, los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo,
ya no los temían porque tampoco temían a quienes les querían hacer daño. Se
sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los
que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor
recibido”. Homilía en Pentecostés 2021
“Se les aparecieron unas lenguas como de fuego
que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos quedaron todos llenos
del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu
les concedía expresarse” Hch 2,3-4
Detalle muy importante
también: Un solo Espíritu, pero que se posa sobre cada uno de ellos. Y un mismo
Dios que lleva a hablar una lengua distinta en cada uno.
Sí, es verdad lo
creamos o no. Dios, que es también el fuego del Espíritu Santo, es capaz de posar
de forma única a ti y a mí. Ningún fuego y ningún lenguaje actúa de la
misma manera cuando se encuentra con cada corazón. Éste es el Amor que se nos
da y actúa, dándonos lo que necesitamos recibir y como necesitemos recibirlo.
Y una vez recibida
esa gracia, ese don, ese fuego y el gozo de la paz del Espíritu, podremos
expresarnos, comunicarnos y hablar aquello que el Espíritu nos pida expresar y vivir.
Qué misterio
es este Divino Espíritu.
Qué regalo éste
de no sólo quedarte junto a nosotros,
sino de actuar
y llegar a lo más profundo de nuestra alma,
de refrescar y
liberar nuestro corazón de pesadas cargas,
de encender y
avivar lo más frío de nuestra vida,
de aliviar lo
más temeroso de nuestros sentimientos,
de llenar de
gozo lo más triste de nuestra historia.
Aquí está
nuestro pobre espíritu,
para dejar que
el fuego de tu Espíritu de amor
sople fuerte y
se pose sobre cada uno de nosotros.
Aquí estamos con los 5 panes y 2 peces de nuestra vida
para que con tu
fuerza divina
se transforme
en alimento eterno,
en gozo
insondable,
en agua viva y
fresca
y en un
perenne canto de amor y esperanza
que se celebra
con esas notas únicas e irrepetibles
que has
repartido como dones en cada uno de nuestros corazones.
Gracias Jesús
por cumplir tu promesa
y revelarnos
la plenitud de tu divinidad
al enviarnos a
Dios Espíritu Santo,
a la Persona
del Amor Divino.
AMEN
Que esta canción muy linda que alguna vez les comparti antes, nos recuerde la riqueza y el regalo bendito del Espíritu Santo. Dios Amor en nuestras vidas.
Qué lindas reflexiones, muy ciertas y aplicables en nuestras vidas y con quienes trabajamos todos los días. Gracias.
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