¿Alguna vez te has puesto a pensar qué divertido sería ser una persona de color transparente? Yo sí. El poder estar en un lugar sin que se den cuenta, observar a los demás sin ser observada, sentarme cómodamente sin pensar en las formalidades, , caminar por donde quiera sin pensar en el peligro, en la opinión de los demás o los juicios de los otros. Y creo que ésto tiene de raíz ese sincero anhelo que todos tenemos de pasar desapercibidos, de poder estar libremente en nuestro ambiente y espacio, sin estar pensando en el qué dirán, en las críticas o prejuicios. Un sincero anhelo por querer ser auténticos. Buscar solamente ser mejores cada día, amando con sencillez y humildad. Ese deseo de tener una vida en paz y feliz, sin tener la necesidad de los reconocimientos y aplausos de los demás. Al meditar en el Evangelio de este domingo, me vino nuevamente esta idea de ser transparente. Jesús nos alienta a vivir de esa manera con un consejo tan concreto y tan real: “…cuan...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...