Qué misterio
es el poder dejar que la Palabra de Dios repose y se quede donde lo
necesitamos. Hoy rezando en el Evangelio de este domingo, me quedé simplemente
en la primera frase:
“He
venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!” Lc 12,49
Y me
resonó mucho en el corazón, porque me evocó esa fuerza tan honda que deja el
Señor cuando actúa en mi vida y que se simboliza tan bien con el de un fuego que
arde y no deja de consumirse.
Por eso te comparto lo que me evoca el fuego de Dios en mi vida y seguro que en la tuya
también.
El fuego es
aquel que se enciende sobre un material dispuesto y sin obstáculos. Que no esté
mojado por el agua que ahoga. Y con un ambiente propicio, con el oxígeno
necesario y sin un viento que le aturda y apague.
El fuego es
el que acrisola el oro, Ilumina la oscuridad, da calor al corazón frío, congrega
a todos los que lo buscan, quema y deshace lo que sobra.
Es este calor
que invita a quitarse los abrigos sintéticos y compuestos, el que puede invitarnos
a cantar y alegrarnos, el que se enciende para celebrar la vida y los años
cumplidos, el que cocina y prepara el alimento que nos ayuda a seguir caminando.
El Fuego
eres Tú, mi Señor, el que prendes aquí en la tierra, mantienes en el tiempo y
prolongas hasta el cielo…
Tu fuego
es el que se puede encender en un corazón que tiene el oxígeno de esos suspiros
y sueños que se anhelan cumplir. Ese aire fresco de la apertura y de la
búsqueda.
Tu fuego se
enciende mejor, cuando tiene la protección de los nuestros, para que el viento
no apague la incipiente chispa que prende y nace cada día.
Tu fuego
divino me lleva al maravilloso encuentro con mi débil corazón que anhela y necesita
ser prendido por tu braza viva. Fuego que me recuerda a esas zarzas que
ardieron frente a Moisés, sólo que ahora quiero ser yo la zarza sobre la cual
puedas habitar y hacerte presente.
Tu fuego
es el que llevo dentro, y prende mi pequeñísima lumbre que podría correr el riesgo
de apagarse si olvido el oxígeno indispensable de tu amor.
Eres Tú
quien prende mi fuego, llevándome a arder de muchas formas:
Arder de
gozo y alegría cuando te encuentro cada noche y cada día.
Arder de
esperanza cuando a pesar de las pruebas, tu amor me hace crecer y luchar.
Arder por
la misión cuando encuentro tantos corazones que te buscan y necesitan sin
saberlo.
Arder de entusiasmo
cuando mis sueños y mis dones se unen a tus deseos para este mundo.
Arder de
llanto cuando me arrepiento por haberte fallado y haberme perdido.
Arder de
gratitud cuando una y otra vez me sé en tus brazos protegida, perdonada y
consolada.
Arder de
amor, ese… que no tiene categorías ni comparaciones porque es el tuyo, sellado
en el mío.
Eres un Fuego
que trae divisiones cuando Tú no eres comprendido ni amado.
Pero
fuego que las trae especialmente aquí dentro, cuando tu luz muestre y separe lo
que es tuyo y bueno de aquello que es mejor quemar y acabar.
Eres ese Fuego
que no trae la paz “tranquila” que propone este mundo. Sino la lucha, esfuerzo
y coraje vivido con tu gracia y tus brazos para que el amor reine y se expanda.
Eres ese Fuego
que puede llevarme a quemar lo que sobra dejando espacio en mi vida para que
sólo habite tu paz verdadera, sin esos enemigos que puedan apagar y enfriar el
amor que Tú regalaste, sembraste y encendiste en mí.
Fuego de
Amor, de Espíritu y Vida… la que he recibido y quiero que no deje de arder y
vivir hoy y siempre…
Eres mi
Fuego, mi fuerza y la única razón por la que estoy dispuesta a consumir y
entregar el resto de mis días y tesoros. El único Fuego que me puede llevar
a los lugares y los retos más increíbles gracias a tu amor y la plena felicidad que
me regalas día a día.
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Hace tiempo conocí esta canción que me gustó
mucho y puede complementar lo que hoy les comparto. Espero que les guste.
«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» Lc 12,49-53
Muchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias querida hermana por tu testimonio y la alabanza
EliminarBendiciones
Querida Magali buenas noches.
EliminarQuiero darte gracias por el envío que nos has hecho esta semana, con tu bella reflexión : "FUEGO"
Y dice : El fuego eres tú, mi Señor el que prende aquí en la tierra, mantienes en el tiempo
y prolongas hasta el cielo.
Como siempre estoy muy agradecida querida Magali, por cada reflexión que, con tanto cariño nos compartes.
Dios te bendiga y te guarde siempre.
Elvira Orellana.