He tenido unas semanas llena de
movimiento, trámites, coordinaciones, pagos, compras y visitas. Es como si me
hubiese tocado encontrarme con distintas situaciones, personas y problemas.
Y en varios momentos me vino la
certeza que todo puede ser más sencillo y fácil cuando no buscamos
complicarnos. Conocí personas más complicadas y otras muy simples, unas más
alegres y claras como otras más apagadas y tensas. Edificada con algunas y
triste por otras.
Y
hoy hice el ejercicio de escribir las palabras más relevantes que me evoca el pensar
en lo complicado, y me suscitaron estas:
Maletas pesadas, palabrería, burocracia, teléfono malogrado,
tener el “por si acaso”, exageración, exigencias, alargar las cosas, intereses,
precauciones, dudas, buscar títulos, reconocimientos, dar explicaciones, pedir evidencias,
dobleces, intranquilidad, tensión, adornar, disimular, volumen alto, ansiedad, bola
de nieve, apuros, falsa prudencia, presión, obligación, pesado, perfeccionismo,
desconfianza, suspicacia, chismes, controlismo, cansancio, asfixia…
E
hice luego lo mismo con lo simple, suscitándome estas:
Claro, directo, sincero, corto, bondad, honesto, a
solas, sin complementos, sin explicaciones necesarias, las acciones hablan,
silencio, escucha, respeto, paz, buscar solo el fin, alegría, vitalidad, esencial,
aire, novedad, asombro, gratitud, sencillez, frescura, libertad, encuentro,
descanso, blanco, transparente, suficiente.
Creo
que no hay mucho que describir frente a lo que se siente con el primer y el
segundo grupo de palabras ¿Cierto?
Y
al meditar lo que Jesús nos pone este domingo, es como que me tocaba unir esta
experiencia vivida con sus palabras:
“Ningún
siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero”. Lc
16,13
Es decir, que Jesús me pide servirle sólo a Él, a su modo, y sin complicaciones; porque no me quiere preocupada y llena de previciones.
Hoy me quedó más claro y simple, que el mejor negocio de
la vida, es tenerlo como nuestro dueño y señor.
Así nos quieres Señor, con las cosas simples y sencillas, con una vida serena y feliz.
Una vida sin dobleces, sin los “por si acaso” que nos pueden robar la atención, el tiempo, la paz y la alegría.
Así nos quieres Señor, sirviéndote
a ti, porque Tú te hiciste primero siervo nuestro.
Sirviéndote a ti para dejarlo
todo en tus manos.
Sirviéndote a ti, porque servir
a todo lo demás: dinero, fama, poder, tener, es servir a fantasmas que se van y
nos dejan más vacíos y más inseguros.
Sirviéndote a ti, porque comprendes
mejor que nosotros, lo que necesitamos y lo que nos hace felices.
Sirviéndote a ti, desde esta locura
y misterio tan grande, tan impensable pero tan simple.
Éste de tener como Dios y como Señor,
a Aquel que nos sirve primero.
Éste de tener como Dios y como
Señor al que mendiga nuestro amor.
Éste de tener como Dios y como
Señor al que se hace débil frente a nosotros.
Éste de tener como Dios y como Señor a quien simplemente nos pide amar y vivir.
Éste de tener como Dios y como
Señor a quien simplemente nos promete que todos nuestros sueños serán cumplidos.
Y entonces Jesús, si vemos las cosas así de
simples, el dilema de servir a dos señores también deja de ser complicado, nuestros
miedos se reducen, nuestras dudas se aclaran, nuestras incertidumbres se
vuelven certezas, nuestros pesares se vuelven luz, nuestras preocupaciones se
alivian y consuelan, nuestras tensiones se disuelven de verdad.
Sirviendo sólo a Dios, todo será más bueno, más
claro, más fresco, más pleno.
Sirviendo sólo a Dios nuestro corazón complicado
descansará en la blancura y ternura de ese corazón infinito.
Sirviendo sólo a Dios, simplemente seremos felices…
¿Para qué complicarnos la vida si podemos tenerlo hoy mismo muy dentro, reinando en el corazón y haciéndolo más pleno cada día?
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Encontré esta exhortación que me gustó mucho, espero que a ustedes también…
¡No
llevéis alforjas!
¡No llevéis
alforjas,
hinchazón de la piel
enferma de codicia
colgando de los hombros!
¡No llevéis alforjas!
Solo hay que llevar
lo que cabe en el pecho,
lo disuelto en la sangre
que se asoma en los ojos
y fecunda los sueños!
¡No llevéis alforjas!
Que no estorben
para acoger los abrazos,
cargar las ovejas perdidas
y los nombres amanecidos
al final de la noche.
¡No llevéis alforjas!
El reino ya está
donde lleguéis,
y el reino os espera
al regreso.
(Benjamín González Buelta sj)
Muy interesante, felicitaciones
ResponderEliminarLa realidad es tal como lo explicas, las cosas de la vida son simples si tenemos dentro de nosotros a "Dios"...el dueño de la vida, nosotros nos las complicamos cuando nos alejamos de Él. Bello mensaje Magali.😊🙏🏻
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