Tengo una amiga que le encanta
correr y hacer deporte. Participa en 10k, está en grupos de entrenamiento y
demás. Y tiene sobre todo un inmenso corazón.
Cuando meditaba en el Evangelio de
este domingo me vino esta imagen y ya comprenderán por qué.
Éste es un Evangelio fuerte, con
profecías fuertes, que suceden hoy y hace siglos. Guerras, pestes, terremotos y
hambre. Y que va de la mano con ser también perseguidos, rechazados o hasta
matados por defender nuestra fe, como bien nos lo han mostrado tantos mártires
a lo largo de nuestra historia.
Y todo este pasaje culmina con
frases que me dieron paz al corazón. Hoy les comparto una de ellas que espero
que les ayude:
“…con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas”. Lc 21,19
Y es que Tú Señor no me pides
resultados, no me pides evidencias o frutos. Me pides sólo perseverancia. Ésta que
se construye y se gana con el tiempo, ésta que muchas veces nos mantiene vivos
y animados porque es como esa carrera de resistencia, en la que un atleta se
mantiene en pie, aunque sus piernas no dan más, porque su corazón sigue vivo y
motivado por llegar a la meta.
Perseverar es algo hermoso que se
puede dar con más facilidad cuando tenemos clara la meta. Perseverar por lograr
aquello que deseamos para los que amamos, para lograr vencer ese obstáculo,
para alcanzar ese sueño de toda la vida, para vivir en paz.
Y cuando la meta es la misma salvación
de mi alma, entonces, el esfuerzo puede crecer más aún porque estoy hablando de
la meta de mi propia vida, la meta que me llevará a la eterna felicidad, la que
me lleva al cielo, la que me llevará a resucitar un día, la que me llevará a
encontrarme con los míos en el cielo, la que me lleva a que esa paz y felicidad
que tanto busco sea para siempre. Y entonces, para esa meta, vale la pena
entregarlo todo.
Una perseverancia que implica ser
constante, esforzarme y mantenerme fiel todos los días, no sólo cuando tenga ganas.
Ese cumplir cada día y noche con lo que te he prometido y me he prometido.
Una perseverancia que se da en los
momentos buenos, en los que es más fácil seguirte. O en esos en los que no sea tan evidente que te necesito, pero en los que
Tú me recuerdas que necesito alimentarme día a día. Como
ese tomar agua, aunque no tenga sed… Y si creo no tener sed de ti, entonces será tal vez que te necesito más.
Una perseverancia en los momentos
difíciles, de oscuridad, de desánimo, de tristeza, de pérdida. Perseverancia
cuando tenga pocas fuerzas para buscarte y hablarte. Momentos en los que la
perseverancia hará la diferencia. En los que tu amor , tu gracia y
el consuelo de tu presencia, puede mantenerme de pie caminando y luchando en
este camino.
Una perseverancia en los momentos
del sin sentido. Esos en los que no creo, no me convence lo que toca vivir,
esos en los que no entiendo lo que me pides. Momentos en los que la perseverancia
puede ser sinónimo de confianza en ti y en tus fieles promesas. Momentos en los
que puedo sentirme como caminando en un túnel oscuro, pero en el que necesito recordar
que al final estará una luz que espera y Tú con los brazos abiertos una vez
más.
Una perseverancia que me invita a
hacer las cosas bien, porque en el vivirlas así está también el cielo. Porque
en el esfuerzo y la entrega en las cosas sencillas y las grandes, puedo amar en
la acción. Hacer las cosas bien para ir fortaleciendo mi amor y esa misma
perseverancia que sigue creciendo cada día.
Perseverancia en hacer lo que Tú me
pides. En saber preguntarte y acoger lo que quieras de mi en cada momento y en
cada circunstancia nueva de mi vida. Perseverar en el sí, en el hágase. Este sí
que me hará mejor y feliz persona.
Perseveran en hacerlo como me lo
pides. Con tus tiempos, tus formas, tus personas, tus circunstancias. María
dijo: “Hágase en mi SEGÚN tu palabra”, y el “según” le mostro el cómo ser
feliz. Yo también quiero confiar en seguir tus “como” porque me conoces más que
yo misma y sabes qué necesito y cómo lo necesito.
Perseverar es hacer y dejar de
hacerlo cuando me lo pides. Caminar con esos retos nuevos o culminando los que ya
no me pides vivir. A veces es acoger nuevas misiones, acoger nuevas personas,
nuevos ritmos. A veces dejar y renunciar a las misiones o trabajos que tenía,
dejar ir a personas que quiero o los ritmos y hábitos que pude tener.
Perseverar implica pedir ayuda y
dejarme ayudar con humildad y paciencia. Bendita fragilidad la que me invita a
caminar junto a otros, dejándome cargar, animar, consolándome o escuchando sus
consejos y palabras.
Perseverar implica no distraerme con
nada ni nadie que desvíe mi meta y el cielo prometido. Que la opinión de los
demás, las humillaciones o rechazos no me afecten ni desvíen mis opciones y
decisiones. Que las circunstancias o los problemas no ocupen más tiempo del necesario.
Que lo primero sea siempre lo primero: en mi tiempo, en mi entrega, en la
entrega de mis dones y talentos.
Perseverar implica hacerlo con esa certeza
de que la gracia de Dios me sostiene y me lleva a renovar este sí día
a día. Un día a la vez, paso a paso, peldaño a peldaño. Posible, porque es
con la fuerza y la gracia de Dios.
Pero sobretodo, perseverar en este
camino, es ir de la mano de Jesús. Caminar con Él. Caminar acogiendo su amor,
su ternura, sus palabras, sus códigos, sus bromas. Caminar con el consuelo y
los ánimos que Él me sabe dar. Caminar con Él, es la única manera de poder
vivir todo con amor.
Señor, esta invitación a perseverar
para salvar mi alma, no es una exigencia o un deber. Creo que es una forma de
vida y un estilo de vivir el amor con entusiasmo, esperanza y confianza en tus promesas.
Que con tu amor y gracia llegue a
la meta de la maratón más importante de mi vida: la de alcanzar
ese cielo y esa felicidad eterna que me tienes prometida. Esa promesa en la que
estaremos juntos, cara a cara, eternamente.
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Te comparto esta canción que me gusta mucho y habla de este caminar con Jesús en el camino...
Lc, 21, 5-19
En aquel tiempo, como algunos hablaban del
templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos,
Jesús les dijo: “Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre
piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser
eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad
que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o
bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias
de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso
ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra
pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países,
hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el
cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os
perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer
ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión
para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que
preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no
podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y
hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os
odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá;
con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Muy hermoso, me ayuda a entender
ResponderEliminarLo que el perseverar siguiendo el camino verdsdero del Señor Jesus.