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Conmigo en el desierto...

 



Hoy me conmueve ver a Jesús que viene a mi vida de tantas formas.  

Si, mi amado Jesús, pues Si te hiciste hombre y viniste al mundo para unirte a nuestra humanidad, hoy tomo conciencia que viniste a encontrarte conmigo también en mi propio desierto. Vas y te introduces a nuestro desierto, este lugar tan árido y seco por el que todos nosotros atravesamos. 

Mi humanidad como la de todos, reconoce que tenemos ocasiones en las que nos experimentamos sedientos, cansados, solos o sin frutos por delante. Unos más largos que otros, unos más difíciles que otros. Pero todos al final lo son…

Y hoy Jesús, quisiera hacer un pequeño viaje en el interior para reconocer tu presencia allí… 

Espero que lo que hoy grafique de forma tan pobre y sencilla, anime a mis hermanos a experimentar al igual que yo, una inmensa gratitud por tu entrega, tu compañía y solidaridad en estos momentos.

Cuando me experimento en un desierto, puedo percibir el cansancio y calor. Puedo sentir cómo las cosas me ahogan y asfixian. Siento que las experiencias de vida me cansan de tal forma que puedo sentir que ya es demasiado para mí. Y que, así como en un desierto físico el piso, el aire y todo lo que rodea tiene un calor que mi cuerpo ya no resiste, en mi vida interior hay un cansancio que me lleva a desear acabar y detener la misma ruta de la vida. Momentos en los que dan ganas de quedarme sentada sin seguir avanzando, porque ya no hay fuerzas para seguir adelante. Y es entonces cuando puedo descubrir que vienes a extenderme la mano, a cargarme y animarme a seguir. Mi corazón tal vez ya no da para más, pero Tú me levantas para seguir y caminar ya no con mis fuerzas, sino con las de tu presencia tierna, firme y solidaria. 

Y entonces, son en esos momentos, cuando la presencia de Jesús nos levanta el corazón para recuperar hasta el ánimo para hacer con Él todo nuevo, todo vivo, todo mejor que antes y que siempre.


Cuando estoy en un desierto se da también la sensación de la sed. Sed que nos remite a la necesidad, a saber, que hay algo que falta, algo que necesito y no tengo. Uno pude permanecer días sin comer, pero no sin beber. Qué humana y que real es la sed. 



La sed física es difícil, pero esa sed interior lo es más aún:

“No es fácil reconocer que se tiene sed, porque la sed es un dolor que descubrirnos poco a poco dentro de nosotros, detrás de nuestros acostumbrados relatos defensivos, asépticos o idealizados; es un dolor antiguo que, sin saber exactamente cómo, encontramos reavivado y tememos que nos debilite; son heridas que nos cuesta afrontar, y más aún aceptar confiadamente” Card.  José Tolentino

Si, cuántas formas y rostros puede tomar nuestra sed interior, pero el primer paso para calmarla es reconocer que la vivimos.

Y es entonces que puedo abrir los ojos y corazón para reconocer que Jesús me busca para aliviar esta sed de eternidad, de comunión, de familia, de salud, de esperanza, de paz, de perdón y de tantas cosas que sólo alguien más poderoso que yo, solo Dios hecho hombre, puede aliviarla y refrescar con el agua viva de su amor y su presencia constante en mi camino y mi futuro.

Desierto que habla también de la aridez. Esos momentos cuando podemos experimentar que no hay frutos. Que vemos sólo fracasos, frustraciones o proyectos sin concluir. Momentos en los que podría no estar contento con lo alcanzado. Momentos en los que se evidencia la vulnerabilidad y fragilidad. Pero momentos en el que podremos reconocer que nuestra fragilidad puede ser el inicio de una vida poco individualista y autosuficiente. Debilidad que exige dejarnos ayudar y pedir ayuda. La que nos eleva la mirada para invocar la fraternidad y la verdadera amistad. Fragilidad que pudo parecer algo muy terrible, pero que en realidad es la puerta y la grieta para dejar pasar el amor, la gracia y el apoyo de los nuestros. Ésta por la que dejarnos ayudar por Jesús ya no es un absurdo sino una necesidad. Y qué bendición recordar entonces que Él vino al desierto de mi vida para cargarme aliviar mi corazón.



Y reconozcamos que, así como esta tierra árida solo ha permitido que brote esta pequeña flor en el momento que se abrieron las grietas para que pueda introducir el agua, hay momentos duros y secos en la vida que son los únicos que permitieron que se abra el corazón para que por ellas caiga agua fresca de amor que permiten brotar frutos de gratitud y bendición. Jesús, hoy quiero abrir las grietas de mi fragilidad para dejar que Tú entres a mi vida y corazón.

Desierto que es más duro y difícil cuando se vive en soledad, pero la soledad negativa. Esa que se da cuando no abrimos las puertas del corazón a los demás que buscan caminar con nosotros. Y entonces, viene Jesús a nuestro encuentro, y busca acogernos, acompañarnos y convencernos de muchas maneras que necesitamos de los demás y necesitamos de Él. Desierto en el que Jesús irá junto a nosotros para recordarnos que las cosas son muy diferentes cuando vivimos en fraternidad, cuando nos reconocemos hermanos y nos sabemos llamados a una plena comunión. Jesús que viene a nuestro desierto para recordarnos que las cosas no van mejor cuando las solucionamos a solas, más bien las hacen más dolorosas y difíciles porque a solas el dolor se multiplica, y en comunión la pena se aligera y la alegría crece más y más…

Jesús, pasaste por el desierto para unirte a mí.

Vienes a mi desierto para hacer de él un valle hermoso lleno de flores, de verde y de frescor.

Vienes a mi desierto para transformar toda mi vida y hacer crecer todas las semillas que sembraste en mi espíritu.

Gracias Jesús por venir a mi vida: sea en el desierto, sea en la lluvia, sea en la cosecha o en la siembra.

Sea como sea Tú siempre vienes porque no te importa los obstáculos o las pruebas. 

No te importa si fue desde la Cruz o desde un pesebre. Vienes en este pedazo de Pan, vienes a través de mis hermanos, vienes en las circunstancias de mi vida, vienes en tu Palabra, vienes de tantas formas porque siempre vienes a estar y permanecer junto a mi para que yo permanezca y esté junto a ti.

Gracias Señor por recordarme este domingo que estarás siempre en los desiertos de mi vida para hacerlos valles hermosos y eternos.

Gracias Señor, por entender un poco más que ... nadie me ama como Tú...

Amén.

Mt. 4, 1-11

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Espero que esta canción agregue un poco más de conciencia al amor que nos tiene y como nos espera y nos busca a cada instante...





Comentarios

  1. Querida Magali buenas noches.
    Qué más te puedo decir, aparte de darte mis infinitas "gracias.por las bellas reflexiones que nos envías, semana a semana" y que llenan nuestro Espíritu de Paz, Fe, Amor, Solidaridad, Fraternidad y muchas cosas más y que nos hacen reflexionar en la maravillosa que es nuestra existencia, cuando nos entregamos a ese Dios, al único Dios Uno y Trino, que sabe donarse a sí mismo para que nosotros seamos, seres humanos puros, limpios de corazón y de mente y hermanos de toda la Humanidad creada por Dios.

    Gracias querida Magali.
    Dios te bendiga y te guarde siempre.

    Elvira Orellana.

    El tema "Nadie te ama como yo" es bellísimo.
    El tema: Nadie te ama como yo

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