Hay
apodos y formas de llamarnos entre nosotros muy especiales. Es como que a lo largo de los años, en ellos ha brotado un poco o mucho de nuestra personalidad. Esos que fueron
puestos por nuestros hermanos o mejores amigos. Esos tan nuestros, que podrían llamarnos en la calle por nuestro verdadero nombre y no voltear y responder.
Y
a ti Jesús, cómo te encanta ponernos apodos, nombres y títulos que describan
quiénes somos para ti, para el mundo y para nosotros mismos.
Nosotros
somos las ovejas y Tú el Pastor, somos los sarmientos y Tú la Vid, somos tus
discípulos, pescadores de hombres. Somos hijos del Padre e hijos de María,
somos templo del Espíritu. Somos bienaventurados. Nosotros, somos tus hermanos.
Y
entre tantos, hoy nos dices dos muy particulares:
"Ustedes
son la sal de la tierra…Ustedes son la luz del mundo.” Mt 5, 13-16
Dos elementos tan valorados en toda época.
Y entonces me puse a hacer una pequeña lista de
todas las riquezas y bondades que tiene cada uno de ellos. Pero al rezar, lo
primero que me dejó resonando y me encantó tomar conciencia, es que ambos tienen
algo común: son dos elementos que tienen una razón de ser cuando son
utilizados para los demás.
Y si jugáramos un poco con la fantasía y la
imaginación, poniéndole vida y personalidad a la sal y la luz, no creo de la
luz busque ser admirada por el color de sus brillos, la distancia a la que
llega o al tiempo que resiste alumbrando y proyectándose. No me imagino tampoco
a la sal crispeteando y llamando la atención para que le demos gracias porque
la ensalada y la sopa quedó más sabrosa gracias a ella…
Da risa ésto… pero si invertimos y fuéramos
nosotros los llamados sal y luz, podría pasar que más de una vez nos olvidemos
la razón de ser de esta bendita misión y nos olvidemos que somos felices al
servir y ayudar…
Lo que me fascina de esta forma como Jesús nos
llama, es que no hay “tubo de escape” para que quede claro que solo seremos
felices al realizar nuestra misión de ser de luz y la sal por ser instrumentos de SU luz y SU sabor.
Ser luz cuando podemos alumbrar a los demás para
ver con claridad lo que les rodea, puedan ver en el otro esa sonrisa, esa
mirada y gestos que aún conserva. Luz para que uno mismo pueda expresarse
mejor, dejarse conocer y reflejar tantas cosas que las palabras no pueden
comunicar. Alumbrar para que podamos admirar y asombrarnos de tantos tesoros
que el regalo de la creación nos ofrece. Alumbrar para que las bendiciones nos
muestren el amor fiel, constante y tan presente de Dios.
Una luz que ayude a que los demás puedan encontrar
su camino, sus aciertos y errores. Que le ayude a distinguir los matices de los
colores en cada etapa de la vida. Que ayude a levantar el ánimo caído con la
alegría de la lumbre que aviva y levanta el corazón. Una luz que ayuda a llevar
la vida con vitalidad y esperanza, luz que nos remite a la del Sol inmenso,
natural y constante que no se va.
Una luz que proviene de una lámpara de aceite que
no se apaga si siempre guarda el de la gracia y el amor de Dios, aquella que
proviene de las velas encendidas que no temen consumirse porque prefieren amar
y entregarse para dar amor y esperanza y hasta el olor de la alegría y la paz.
Esa luz que puede provenir de la electricidad que da energía a muchas cosas y
la mostrará también en todo bombillo y pantalla que tenga los focos bien
puestos y los cables sanos y buenos. Una luz que se ofrece también en las
pequeñas linternas que tienen pilas recargadas, pilas que se usan y se
ejercitan constantemente para no terminar sulfatadas dañándose a sí mismas y
los objetos que la llevan. Y especialmente la luz de la luna como la figura de
nuestra Madre que no hace más que reflejar la luz de su Hijo, el Sol de
Justicia.
En fin… luz que tiene sentido y es feliz cuando
ilumina y muestra el camino, el amor, la esperanza y la salida en todo momento.
Una luz que sea el reflejo de la verdadera luz por excelencia que es Cristo.
Y también este llamarnos sal. Ésta que da sabor a
la comida, que aviva y muestra mejor los otros sabores de los alimentos como si
a través nuestro podamos ayudar a que cada persona sea como es y busque lo que
es mejor para ella. Una sal que ayuda a conservar mejor los alimentos, como los
buenos amigos y hermanos que le ayudan a ser auténticos. Sal cuando nos toca
recordar a la persona que tanto amamos quién es y quién no es. La que ayuda a
descongelar las aceras de hielo en los lugares muy fríos, como cuando nos toca
derretir corazones endurecidos y enfriados por la rutina, por el sinsentido o
el orgullo que mata y endurece tanto el camino. Ser sal para mantener la
calidad y la consistencia en la producción de plásticos y papeles… como cuando
podemos ayudar a que cumplan sus sueños, sus proyectos, el bien de sus familias
y tantas cosas. Sal en la que no asumimos ningún protagonismo, simplemente
estamos allí para animar, apoyar y recordarles su verdadera identidad.
Sea el uso que sea, la luz y la sal NUNCA SON
PROTAGONISTAS ni buscan ser alabados. No son el centro ni son el fin. La luz y
la sal que somos nosotros, somos felices cuando vemos felices a los demás.
Somos felices cuando vemos que el otro y los otros cumplen sus sueños y sanas
necesidades. Somos felices cuando van acogiendo cada vez más el amor en sus
vidas, toman buenas decisiones y saben madurar y enfrentar todo tipo de pruebas
y adversidades que con la Luz de Cristo y el sabor vivo de su amor hace todo bueno
y bendito.
Acojamos el llamado de ser sal de la tierra y luz
del mundo para cumplir nuestra misión, nuestro llamado y la identidad de ser
mas de Dios, más hijos y más testigos de su amor en medio de este mundo.
Y tengámoslo muy claro: Con Dios esta sal y esta
luz no se apaga y no se desvirtúa. Solo nos pide mantenernos en su amor, en su
abrazo y su presencia. Él se encargará de avivarla y conservar su sabor…
¿Y a ti, qué otra forma te llama y apoda Jesús?
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Les comparto una canción que me encanta. No me
acuerdo la verdad si se las compartí antes, pero me parece que nos puede
enriquecer el Evangelio de hoy.
Gracias!! Por tan hermosa reflexión, necesaria para no olvidar el sentido y propósito de nuestras vidas.
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