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Revolución

 



¿Qué significa este concepto? Es un “Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras”. Y el Evangelio de este domingo que narra la historia de la curación del ciego de nacimiento, me llevó a pensar en una experiencia semejante.

Veo a Jesús causando una revolución en su vida, como en la vida de los que le rodeaban. No es una historia sobre un encuentro escondido entre dos personas, sino que es un pasaje que particularmente muestra muchas personas que se asombran y cuestionan ante el milagro que Jesús hizo. Revoluciones interiores en la vida de cada uno de ellos que nos pueden llevar a evocar las que Él ocasiona en nuestro camino.

 


Revolución, cuando Jesús viene a tocar a este hombre. Gesto con el que irrumpe sobre su vida para que deje de estar sencillamente sentado en su lugar de mendigo, esperando que tengan compasión de él. Gesto con el que el ciego no se siente rechazado sino amado. Revolución porque es despertado del sueño y la oscuridad, para levantar el corazón y el ánimo ante su vida.

Revolución, cuando Jesús le exige poner de su parte para curarse. No basta con la unción en sus ojos, sino que le pide que camine y se oriente con los medios que pueda para lavarse los ojos. Revolución que puede remitirnos a la que Él ocasiona en nosotros cuando cambia nuestras propias formas de comprendernos y mirarnos, para recordarnos que somos capaces y que somos más valiosos de lo que creemos.

Revolución con un milagro. Uno que no fue volver a ver, sino empezar a ver por primera vez: un empezar a vivir de verdad. Milagro como los que Él obra en nosotros cuando de tantas maneras nacemos a una vida nueva. 

Revolución, porque le cambió la propia estructura de vida para ver la vida con la luz y los colores nítidos. Revolución, porque ya no conocemos desde terceros, sino que conocemos la vida y a los demás desde los ojos de amor que nos ha regalado.

Revolución, cuando Jesús “en su mejor estilo y travesura” desaparece luego de curarlo, despertando preguntas y cuestionamientos en todos los demás. Como aquellas veces que nos hace lo mismo, y parece no estar luego de una experiencia fuerte y misteriosa. Pero luego descubrimos que estuvo allí silente todo el tiempo fortaleciendo nuestra fe y esperanza.

Revolución y preguntas las de aquellos vecinos mendigos, tan sorprendidos y confundidos, que ni fueron capaces de reconocerlo. Un milagro tan fuerte que desconcierta a los demás, hasta el punto de dudar lo que vieron todos los años anteriores que pedían dinero junto a él y sin ser ciegos. Revolución, porque muchas veces los milagros de Dios nos hacen dudar de todo lo que estamos rutinizados de ver. Y es que, ante un cambio brusco, ante un asombro como éste, viene una costumbre buena y necesaria como la de cuestionarnos sobre lo que nos rodea para conocer y creer mejor…

Revolución entre los fariseos, quienes prefieren quedarse en las formas y reglas del día sábado, para no cuestionarse antes la realidad inminente de una obra de Dios. Revolución, porque alguien más sencillo y pobre afirma lo evidente y verdadero.

 

Revolución vivida por los padres de este ciego, que no podían negar que era su hijo, que nació ciego y que ahora ve. Revolución que les exigía tomar una decisión sobre Aquel que le curó. Como aquellas veces que no podemos negar la acción de Dios en nuestras vidas, ni las obras grandes en nuestra historia. Revolución que nos lleva a tomar decisiones firmes y consecuentes.

Revolución ante la cual unos se dejaron cuestionar y amar, y otros no abrieron la mente y corazón.

Revolución que impacta y remece, pero ante la cual siempre permanecerá un Dios amor que respeta nuestra libertad y nuestras decisiones.

 

Revolución bendita la que vive este hombre curado al encontrarse con Jesús:

"Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» El respondió: «¿Y quién es, Señor, ¿para que crea en él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.». "El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él." Jn 9, 35-38.

Cambio grande y fuerte la de él, pasando del solo escuchar, a escuchar y ver. Pasar de creer en un profeta a creer en el Mesías. Pasar de reconocer a Aquel que le curó por Aquel que le ha salvado.

Revolución la que vive aquel hombre que ya no ve con los nuevos ojos, para ver con los ojos de la fe y de la esperanza.

Revolución que le llevó a encontrarse con la razón de su existir y el único amor capaz de transformar toda su vida.

Revolución que para cada uno de nosotros tiene una forma, una mirada, un milagro concreto y un encuentro eterno.

¿Señor cómo has revolucionado mi vida?

 

Que esta semana podamos encontrarnos con todas esas personas que llevamos dentro: el ciego, los vecinos que contemplan el milagro, los fariseos, los padres de aquellos que sufren, los apóstoles que buscan responsables y culpables. Y entendamos que para todos ellos existe un Jesús bueno y generoso que vino a llamarnos, hablarnos y llevarnos hacia verdadera revolución del amor.

Acojamos la revolución de Cristo en nuestra vida y en nuestra historia.

Abramos los ojos para que con Él nazcamos de verdad a una vida nueva y una mirada eterna.

Jn 9, 1-41



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