Hay experiencias fuertes y
hondas que pueden dejarnos sin palabras, nos dejan como mudos. Cuando algo
bueno nos marca tanto, que es mejor no categorizarlo, porque es como que las palabras
no buscan salir, sino ir hacia dentro, más y más…
Creo que los misterios verdaderos es mejor no contarlos ni describirlos. Ellos marcan la vida, hablan solos y hablan en silencio.
Los misterios del espíritu pueden hasta generar
miedo, porque es un asombro indescriptible que sobrepasa nuestra mente y más
aún el corazón. Da la sensación que quiere ponerse en nuestras frágiles manos
para ser sostenidos, pero son tan indescriptiblemente bellos que tememos que se
quiebren o no seamos capaces de resisitir el peso de su grandeza…
Los misterios es mejor dejarlos
así, en silencio y paz…
Creo que de alguna manera es
eso lo que ocurrió en el relato de este domingo, en el que Jesús se llevó a
Pedro, Santiago y Juan para mostrarse transfigurado. Los lleva a un monte, al
monte Tabor, y muestra su divinidad, con esa apariencia física resplandeciente
y llena de luz, pero sobretodo mostrando una divinidad que les llenó de miedo y
gozo. Una experiencia tan indescriptible por la que luego de escuchar
la misma voz del Padre los llena de temor hasta caer rostro en tierra.
Y experiencia también de una plenitud por la que Pedro quiere permanecer allí para siempre:
“Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, aquí hay tres
tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Mt. 17,4
Tal vez pase por la mente de algunos
que leen esto que en esta ocasión no hay nada para identificarse, porque nunca
han tenido una experiencia así. Jesús nunca se les ha revelado y menos
que se haya aparecido. Y tienen toda la razón. Tampoco es mi caso…
Sin embargo, estoy convencida
que Dios de una u otra manera nos ha regalado "Tabores" en nuestra vida. Nos ha regalado
experiencias indescriptibles e inolvidables en las que percibimos el amor y la
grandeza humana, y en las cuales Dios no se aparece, pero es Él quien está dentro de esas
personas, de esas situaciones y de aquello que por algo marcó tanto en lo hondo
del corazón.
Experiencias que nos pueden llenan
de temor y asombro, en las que también queremos hacer 3 tiendas para quedarnos
así. Experiencias y regalos indescriptibles a través de los cuales Jesús se ha
transfigurado en nuestras vidas y en nuestra historia de diversas maneras.
Abramos los ojos del corazón y despertemos la memoria del espíritu. Y de seguro encontraremos esos misterios que son un regalo de Dios, esos que no los tenemos que describir, solo acoger.
Y démosle gracias a Dios porque
seguramente ha estado más vivo y divino de lo que creemos....
El está en nuestros desiertos
es verdad, pero también nos regala muchos tabores con los que también nos anima
a seguir en esta hermosa vida para amar y ser felices.
Y Jesús tiene un detalle con ellos que me encanta y me habla también:
"...acercándose a ellos, los tocó y les dijo:
"Levántense, no tengan miedo".
Mt 17,7
Con lo que nos recuerda que
hemos de levantarnos para bajar del monte. Bajar de su mano y sin miedo. Sin
miedo ante la experiencia vivida y sin miedo a continuar con nuestra vida cotidiana. Porque
al bajar nada ha cambiado, pero nosotros hemos crecido y sido fortalecidos…
Gracias Jesús por transfigurarte
de tantas formas en nuestras vidas. Por esos tabores que nos llenan de
esperanza y alegría.
Gracias por animarnos día a día,
a vivir siempre pisando tierra, pero soñando con este cielo que nos tienes
prometido y que nos lo revelas en nuestro caminar.
Mt. 17, 1-9
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Creo que el primer Tabor que hemos de tomar
conciencia, es que Él está presente siempre en nuestra vida. Meditando en eso, escribí esta oración que espero que les ayude:
Señor,
¿Cuándo has dejado de buscarme?
¿Cuándo de estar a mi lado?
Estás siempre en mi historia,
mi camino y en todo espacio de mi vida.
Si me llevas al Tabor,
permaneces conmigo, para mostrarme al Padre, para señalarme el cielo. Y para
bajar juntos a seguir creciendo.
Sea en Belén, cuando te acercas
al pesebre de mi pobreza y debilidad.
Sea en el Nazareth de mi vida
cotidiana, de las horas más simples y los días ocultos, en los que me enseñas a
tejer fidelidades en el presente para aquel mañana que se viene.
Sea en Galilea, cuando diciendo
mi nombre una y otra vez, me llamas a seguirte siempre.
Sea en el Jordán, cuando me
animas a la conversión y confirmas mi misión.
Vienes a todos mis Getsemaní,
para animarme a buscar sólo la voluntad de nuestro Padre.
Estás en mis Jerusalén, cuando
toca llevar y abrazar esta Cruz bendita, por las calles de mi vida con tu amor
silente y sereno.
Estás también en mis Jerusalén, cuando toca acoger la resurrección y los gozos tan inmensos que me regalas.
Estas claramente sobre el agua,
cuando me invitas a caminar sobre ella, confiando a pesar del miedo, a pesar de
las dudas a pesar de las pruebas.
Estás siempre en el cenáculo,
cuando me enseñas a amar a mis hermanas como lo hiciste con tus amigos como lo
viviste junto a tu Madre.
Estás en todas las naciones y
pueblos donde me envíes, porque eres Tú quien actúa y a ti a quien buscan.
Estas aquí, frente a mí, en
este pedazo de Pan. Que, sin apariencia humana, es la mayor Presencia y la
mayor bendición regalada día a día.
Y estas aquí, dentro de mi
alma, susurrando y cantando las melodías de tu Palabra eterna y de tu gracia,
que van actuando misteriosamente sin entender, sin preguntar.
¿Cuándo has dejado de buscarme?
¿Cuándo de estar a mi lado?
Sé que jamás lo harás…
Gracias Magali,lindisima reflexión, Jesús nunca nos abandona!!!
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