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Sed y encuentro...

 





        Cuántas cosas se pueden decir de este encuentro y de esta sed. Les confieso que es uno de esos pasajes que siempre me parece como nuevo. Es una de esas historias que me enseña un aspecto nuevo y bendito de Jesús y del ser humano.

            Hoy me pongo primero en la situación de esta mujer que camina a medio día. Era la hora sexta, la hora más calurosa e iluminada. Es la hora que simboliza el presente inminente de nuestra vida, la hora de mayor conciencia donde el sol ilumina directamente. Y llega a sacar agua del pozo, llega calurosa y también sedienta. Llega cargando los recipientes para ser llenados de agua, como cargando también el peso de lo que parece ser una triste historia de vida. Una mujer que vive con un sexto hombre. Realidad que no me invita tanto al tema moralista, como el comprender su sufrimiento. Para los judíos una mujer nunca es la que abandona su hogar, por lo cual es una mujer que fue 5 veces dejada. Una mujer que debió tener una experiencia de frustración, soledad y varias heridas por curar. Una mujer que va a recoger agua para calmar su sed, pero que seguramente tendría otras experiencias de sed más hondas e indescriptibles.

            La sed interior es una experiencia tan humana y a la vez difícil de categorizar, que puede ocurrir más de una vez el no querer reconocerla porque puede doler nuestra vulnerabilidad y limitaciones…

Por eso reaccionamos con extrañeza y nos preguntamos: pero... ¿sedientos de qué?; ¿de quién? Puede ocurrir que, instalados en la rutina, desestimemos las señales de la sed y que estas, en un determinado momento, resulten tan incomprensibles como una lengua extranjera en la que no hemos sido iniciados. Sin embargo, la necesidad vital de restauración está, desde siempre, clavada en nuestra carne. No podemos simular que la sed no existe. Es más: del hecho de que sepamos «escucharla» depende la cualificación espiritual de la vida. «El que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida» (Ap 22,17). Un requisito para recibir el agua de la vida es estar sediento, reconocerse sediento. Card.  José Tolentino

 

            Pero alégrate mujer, porque no estás sola y no morirás de sed. Aunque este hombre con el que vives te deje también, aunque tengas grandes caídas y errores no estás sola. Aunque haya amargura en tu corazón, y cada día reniegues en este camino al pozo por lo desagradable que es tu vida, o por estar rodeada de personas malagradecidas. Aunque tu sed sea por tantas lágrimas derramadas que puedan llenar el mismo pozo, hoy te quiero recordar querida hermana que no estás sola… 

    Mira quién está sentado desde antes del mediodía. Alguien que te pide ayuda, que expresa su fragilidad y debilidad por ti. Que sin ser racista o machista te dice con amor y sinceridad: “Dame de beber”.



            Mujer samaritana, que no te relacionabas con los judíos, te sabes mirada y respetada por Alguien que rompe todos tus esquemas de vida.  Te habla de la verdadera sed, te habla de un agua de la que no tendrás sed jamás. Te mira y describe tu vida. Y te habla con tanto respeto, que no te sientes regañada o rechazada, sino comprendida y amada. Viene a buscarte y encontrarse contigo para calmar tu verdadera sed con un abrazo eterno.

            Y tú, que supiste reconocer al Mesías en ese encuentro, eres quien ahora comprenderás la sed que también hay en nuestros corazones. Hoy queremos unirnos a ti para agradecer juntos porque Jesús ha venido a buscarnos a medio día, como también en los atardeceres de nuestra vida o en las madrugadas felices. 

    Viene a buscarnos con sed, porque la suya es infinitamente más grande que la nuestra. Su sed es la de nuestra sed, su sed es la de vernos felices y plenos. Su sed es la de ver cómo nuestros corazones se dejan abrazar por Él.

«Con su fragilidad vino a buscarnos». Sintámonos buscados. En lo más profundo, en lo más doloroso y fragmentario, en lo más tenebroso y nocturno de nuestra fragilidad, sintámonos comprendidos y buscados por la sed de Jesús. De hecho, Jesús no dice: «dame un poco de agua» o «dame de esa agua» o «tráeme agua de tu pozo». Jesús pide: «Dame de beber». Su sed no se materializa en el agua, porque no es de agua de lo que tiene sed. Es una sed mayor. Es la sed de sentir la sed de cada uno de nosotros, de tomar contacto con nuestros desiertos, con nuestras heridas. Es la sed de esa parte significativa de nosotros mismos que tan a menudo queda diferida, abandonada a la soledad. Es la sed de esa porción de nosotros (suspendida, omitida, silenciada) para la que no encontramos interlocutor. Card.  José Tolentino

            Dejémonos encontrar por Jesús que viene a calmar nuestra sed, y reconozcamos con libertad que somos personas sedientas de vida, de amor, de eternidad, de encuentro, esperanza y comunión. Personas sedientas del cielo que se inicia aquí en la tierra. Bien nos describe el imborrable personaje del Principito cómo la sed no puede borrarse de nuestra existencia:

«– ¡Hola, buenos días! –dijo el Principito.

– ¡Hola, buenos días –repuso el vendedor!

Era un vendedor de pastillas para quitar la sed. Tomando una por semana, se dejaba de sentir la necesidad de beber.

– ¿Por qué vendes eso? –preguntó el Principito.

– Porque ahorra muchísimo tiempo –respondió el vendedor–. Según los cálculos que han hecho los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.

– ¿Y qué hace uno con esos cincuenta y tres minutos?

– Uno hace lo que quiere...

“Si yo –pensó el Principito– tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, los emplearía en caminar despacito en busca de una fuente...”»

            Que en esta semana tengamos la gran aventura de entrar en lo más hondo del corazón para describir cómo es nuestra sed y cómo necesitamos saciarla. Reconocer si la saciamos con agua fresca y sana, o la llenamos con agua contaminada y sucia que puede hacernos daño. Y no tengamos miedo de lo que vayamos a descubrir, porque si no era con el agua saludable, está Él sentado junto a nosotros a toda hora del día para sanarnos y darnos de aquella Agua Viva que nos salva y sana para siempre.


Juan 4,5-42

Comentarios

  1. Gracias Magali!!!! Linda reflexión!!!!

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  2. Me emociono hasta las lagrimas, muchas gracias Magali❣️🥹

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  3. Magaly querida son verdaderos regalos los que envías,
    Mi alma quiere beber EL AGUA VIVA es muy posible que ya esté cerca del pozo

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