Han pasado 50 días de esta fiesta en la Iglesia que nos puede llenar de tanta esperanza. Tiempo para haber dado gracias a Dios por este amor, tan humilde, tan real, tan concreto, tan cercano, tan solidario, tan suyo… Tiempo para creer que el dolor, la muerte y el pecado nunca tiene la última palabra. Tiempo para llenarnos de alegría porque hemos puesto nuestra confianza en un Dios tan personal que no deja de estar a nuestro lado, no deja de buscarnos y esperarnos para ser felices. Pentecostés es una ocasión para reconocer que el AMOR que tiene el rostro de Cristo, tiene también una fuerza y una persona concreta a quien podemos dejar que entre a lo más hondo de nuestro espíritu. Es una fiesta para reconocer que hemos nacido para que todo pueda ser vivido, comprendido y gozado desde la categoría del AMOR… Algo que no es sólo teoría, sino que se hace concreto en lo cotidiano del día a día. Amor que se percibe en toda ocasión y circ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...