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¿A qué le temo?

 


Si vamos a cosas simples: sin dudar, yo a los ratones. ¡Es irracional! ....pero les tengo mucho miedo…

Pero la pregunta necesaria, importante y sincera en este día, es sobre esos más hondos, que pueden marcar la forma de aproximarnos a la vida y también a la muerte…

En el Evangelio de este domingo, Jesús nos alienta a qué sí y a qué no temer:

“No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. … No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo”. Mt 10, 26-28

Y bueno, con sinceridad podríamos responderle: “… es que Señor, es muy fácil escucharlo o decirlo, pero difícil vivirlo”. (Aunque, también podría venirnos a la memoria esa muerte que Jesús decidió pasar por amor a nosotros).

El miedo es muy humano, especialmente cuando puede ponerse en juego nuestra seguridad, nuestra vida y lo que más nos importa. Miedo a sufrir, a morir, a sentirnos rechazados, traicionados, a no cumplir nuestros planes, a sabernos frágiles, a no saber lo que se viene, a fracasar, a hacer daño, a resultar heridos, a perder lo que tenemos. Miedo a muchas cosas. Miedos ante los cuales podríamos hasta llegar a cambiar nuestras decisiones o formas de vivir.

A más importante el miedo, más dispuestos a hacer lo que sea para que no ocurra.

Y si mi miedo más importante fuera perder a ese ser que amo tanto, ¿Estaría dispuesta a vivir y hacer todo lo necesario para no perderlo?

Ese es mi caso. Creo que entre muchos que pueda tener, uno de los más grandes es perder a las personas que más quiero. Y si Dios es el centro de mi vida, puedo concluir que mi mayor miedo es perderlo.

Temor a estar lejos de Él, a tener una vida sin Él, una vida sin su amor, sin esperanza. Temor a una vida en profunda soledad. A una vida sin misión y entrega a los demás. Temor a una vida en la cual mi vocación y mi llamado no se renueve una y otra vez, sin poder experimentar ese amor y esa gracia que me regala cada día en la Eucaristía, en mi oración, en esos hermosos detalles de su presencia viva y clara… Temor a no poder amar a los demás porque no bebo de la fuente...

Pero ante este miedo, Tú me dices:

“¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones” Mt 10, 29-30



Y así, me dices y recuerdas que todo está contemplado. Qué Tú no te vas de mi lado y que me cuidas siempre.

Que, si un gorrión no cae sin decisión del Padre, yo que fui rescatada con tu propia vida y sangre, me protegerás día a día.

Que, si cuentas hasta mis cabellos, más aún lo haces con mis sueños, mis anhelos, mis necesidades, mis preguntas y deseos. Que Tú cuidas a los que amo. Que tienes todo contado, contemplado y amado.

Y bueno, queda claro Jesús que eres fiel, que no te alejas ni te vas. Y que el miedo que existe puede resumirse en que yo sea la que me aleje de ti.

¡Y felizmente tu fidelidad y amor es tal, que conociéndome tan bien, me ofreces millón de medios y formas para que permanezca a tu lado!

Se trata simplemente de dejarme guiar, que me lleves, que me sostengas y cargues para seguir en este bendito camino y destino. 

Juntos: no por mis méritos sino por tu amor divino, humano, indescriptible y eterno...

 

Hoy Señor, 

Te pido por todos y cada uno de nosotros.

Te pido que estos miedos muy humanos, no nos paralicen

Te pido que nunca olvidemos que Tú, no dejas de mirarnos, de cuidarnos y protegernos.

Te pido que estos miedos no crezcan, al perder la confianza y no acoger tu gracia en el camino.

Te pido nos des esa luz que nos ayude a sabernos protegidos y seguros en tus brazos

Te pido que podamos aprender cada vez más a descansar en tu corazón.

Te pido de corazón, sabiduría para tomar las mejores decisiones, esas coherentes, que me lleven a estar siempre unida a ti, y por ello bien unida a los que amo tanto.

Mi Señor, mi amado, que nunca me aleje de ti.

AMEN

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Les animo a escuchar esta linda canción, un salmo que nos ayuda a perder los miedos y confiar en Dios...




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