Esperar con una lámpara encendida.
¿Para quién o para qué?
Una
lámpara alumbra el lugar para el otro, favoreciendo que encuentre el dónde y el cómo.
Ofrece calidez, para que se sepa acogido y permanezca con nosotros.
Es aquella
que encendida grita: “Aquí estoy”, “Este es el lugar del encuentro”, “Ven”, “Te
espero”, “Te quiero” …
Pero es una lámpara encendida también para mi bien, aquella que acerco a mis ojos en la noche para asegurar el camino,
y garantiza llegar al lugar anhelado y la persona correcta.
Lámpara
que me garantiza no vivir en confusión, ilusión o engaño. La que me recuerda que,
aunque todo quede oscuro, hay una luz fiel, una fuerza real y ese amor que no se apaga.
Una lámpara para el otro, para mi y para todos...
Y por
ello, el aceite de dentro no se negocia, no se
diluye, no se desperdicia o despilfarra.
Ese combustible ha de estar hecho con el mejor aceite, para que se mantenga la llama viva, y de la mejor manera posible.
Un buen
aceite de calidad: sin impurezas, sin aditivos falsos que obstruyen la mecha. El que permanezca por más tiempo y de la mejor manera. Un aceite de buen olor, ese
de las buenas obras.
Que nuestra lámpara no se apague, que el aceite se guarde, obtenga y se mantenga de la mejor manera posible.
Que nuestra lámpara brille de día y de noche. Que ofrezca un brillo muy fuerte
en el corazón y en todas las voces de nuestra vida.
Hoy, sincerándome en la paz de la tarde me pregunto:
¿Cuál es
mi aceite, eso innegociable que me da vida, luz y gozo?
¿Cuál es
la fuente de mi buen aceite, ese que no se compra, porque sólo se puede recibir de lo alto, porque humanamente, es imposible comprar y construir?
Aquí
estamos: esperando el encuentro cotidiano, el importante y sencillo, el
encuentro para lo eterno, el que me levanta sonrisas y entusiasmos, el que me despierta
a entregarme más, el que enciende todas mis fuerzas, el que me derrite y
conmueve.
Aquí
estamos, esperando a Aquel que creó el fuego, el aceite y nuestro propio
espíritu.
Aquí
estamos esperando a Aquel que nos da la única fuerza que no se apaga, y que
crece a medida que la entregamos: EL AMOR DE LOS AMORES.
Aquí
estamos, buscando ser prudentes y sabios con nuestra vida, de esta
lámpara: con buen aceite, con suficiente aceite y con alcuzas abiertas para
dejarnos colmar siempre del amor infinito para encender el alma, la vida,
nuestra historia y todo lo que nos haga felices para siempre.
Mt 25,1-13
Muchas gracias querida hermana muy linda tu reflexión
ResponderEliminarDios te siga Bendiciendo