Me encantaba entrenar tennis
de adolescente y esforzarme mucho. Pero cuando venía un campeonato, todo era más difícil. Era como si mi mente se dividiera en 2: una parte
seguía jugando, y otra pensando en los que estaban allí mirando. Un día, en un partido importante, mi entrenadora me dijo algo muy sencillo e importante: “No
mires al contrincante o la gente, sólo mira la pelota que viene, y da lo mejor”.
El consejo me ubicó, y la concentración en el juego fue mucho mejor. Disfruté
del partido y en el mismo lugar, con la misma raqueta y las mismas zapatillas, dejó
de ser un juego tenso, para entregarme contenta y dar lo mejor de mí.
Al rezar el Evangelio de
este domingo, me vino este recuerdo. Me hizo pensar en aquello que Jesús vio en
los fariseos, y aquello que nos anima a vivir.
“Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí” (…) El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»”. Mt 23,1-12
Suena feo lo que hacían, pero siendo sinceros, es algo que puede ocurrirnos más seguido de lo que creemos. Este es un Evangelio que nos puede llevar a pensar con sinceridad el “¿Para qué?” vivimos y hacemos las cosas…
¿Para qué trabajo?, ¿Para qué asumo una responsabilidad? ¿Para qué ayudo en casa? ¿Para qué soy solidario con los que lo necesitan? ¿Para qué mejoro en mis estudios? ¿Para qué rezo? ¿Para qué me esfuerzo? ¿Para qué digo lo que pienso? ¿Para qué me quedo callado? ¿Para qué me esfuerzo en el trabajo? En fin… la lista sería interminable y personalizada a cada uno de nosotros.
Es
decir: NO cuánto hago, sino ¿Cuáles son mis motivaciones para vivir y hacer lo que vivo y hago?
Y entonces, descubriré motivaciones de ambos lados. Habrán motivaciones como las de los
fariseos, pero a la vez aquellas que verdaderamente me hacen feliz y llenan el
alma. Habrá de aquellas que calman la sed, las que tienen
un motor con sabor de vitalidad y de entrega. Acciones que también buscan vivir el verdadero amor.
Está en nuestras manos
sacar las erradas miradas y motivaciones que distraen y quitan fuerza y vida.
Está en nuestras manos mirar sólo a esa “pelota” llamada amor, llamada entrega, llamada vida.
Que este domingo busquemos ser consistentes, coherentes y fieles haciendo las cosas por lo que verdaderamente llena y realiza nuestra alma. Que no nos engañemos con las luces, los aplausos y aquello que infla el orgullo para terminar luego vacíos y llenos de aire y árido polvo.
Pues cuando vivimos para lo auténtico, crecemos y vivimos en la verdad, vivimos en humildad.
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Les comparto esta oración que escribí luego de rezar en
este misterio tan humano, el que tiene nuestro corazón con las dos miradas y
con el único anhelo de ser felices en el amor de Dios.
¿A dónde mirar al andar y trabajar?
¿Qué es lo que me empuja a ponerme de pie en la mañana o a seguir esforzándome entrada la noche?
¿Qué me lleva a hacer lo que
debo y no sólo que quiero?
¿Qué es lo que sí me ayudó a
dejar de postergar eso que temo?
¿Cuál es la línea delgada por
la que una misma acción me llena y realiza y no me frustra y rutiniza?
¿Cómo se diferencia aquello
que puede ser vacío y tediosos, de lo que transforma lo tan cotidiano en gozo?
Es que las respuestas están
dentro, en lo hondo, en ese encuentro silencioso:
de mi hambre unido al tuyo
de mi búsqueda con tu abrazo.
del mi espera silenciosa con
tu gracia que sostiene y ama.
La respuesta está allí,
donde la bulla, las luces y
los aplausos se han derretido
y se han alejado por no tener
sentido
al contrastarse con el
volumen alto y sereno de tus voces, tus palabras y tus caricias.
Todo se derrite cuando sólo escucho tus cantos
que me arrullan sin cesar
recordándome y garantizándome
que solo Tú
me regalas esa paz, ese sueño
de amor y alegría
que tanto busco, que tanto
espero.
Sólo dentro y en silencio,
descubriré esta diferencia
que puede transformarlo todo,
hacer del día más árido en
lluvia dulce
el momento más oscuro, en día
iluminado
el hábito más monótono, en asombro
y entusiasmo
el dolor más hondo en cuna
que duerme las espinas
el que transforma el frío de
las horas en fuego incontenible
por vivir apasionada sirviéndote
y amando
por ser intensamente feliz entregándome
en todo
por estar agradecida disfrutando este presente y amándote siempre.
Lo mismo, sea mucho o sea poco, pero desde dentro
Lo mismo, pero mirando el horizonte y la promesa eterna...
Amén
Muchas gracias querida hermana, muy lindo tu testimonio y Oración
ResponderEliminarGracias Magali!!! Muy buena reflexión.
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