¡Ya no puedo más! ¡Me voy! ¡Hasta aquí llegó! Experiencias
muy humanas, que son como cuando la cuerda aunque sea fuerte, está a punto de romperse.
Expresiones que hemos dicho o escuchado decir ante alguna situación límite. Momentos en los que se experimenta que no se
puede sostener más esa lucha. Situaciones en las que podemos sentir que
la varilla es más alta de lo que somos capaces. Aquellas que no se trata sólo de
un cansancio físico; más bien hay algo emocional e interior que hace sentirnos solos,
incomprendidos, decepcionados de otros e incluso de nosotros mismos. Momentos
en los que no nos reconocernos y no creemos poder llegar a fin de año, de mes o
ni un día más...
Creo que lo importante de estos momentos es que al pasar el tiempo y miramos hacia atrás con
tranquilidad y objetividad, podemos descubrir que han sido momentos en los que
pudimos madurar y sacar lo mejor de nosotros mismos. Situaciones dolorosas,
situaciones límites, crisis, situaciones de fracaso o frustración que aunque pudimos
ver todo oscuro, lleno de tensión o incluso somatizando el cuerpo de alguna
manera, nos han dejado una huella que no se borra del alma unida a una gran enseñanza, y nos permitieron
llegar a ser mejores personas.
Sí, así es la vida: el dolor y las pruebas no
se pueden evitar. Pero tenemos dos opciones: ser asumidas con verdad, amor y esfuerzo, o
pueden ser afrontadas con miedo, evasión y amargura. Y ésto depende de nuestra
libertad...
El Evangelio de este domingo me llevó a darle gracias a Dios porque el pasaje nos describe lo que vivieron los apóstoles y lo que vivió Jesús ante situaciones con la cuerda a punto de romperse.
Cristo nunca dejó de decir la verdad. Y luego del discurso del Pan de Vida, con palabras
exigentes y difíciles de comprender, recibe de parte de varios discípulos (que
no eran los 12 apóstoles), la decisión de marcharse, de irse, de dejar de
seguirlo.
Es entonces que viene este diálogo que puede darnos muchas
luces y esperanzas:
“Desde
entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.
Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios.»” Jn 6, 66-69
Jesús que siempre respeta nuestra libertad, quiso sincerar a sus apóstoles
y les preguntó si ellos también quieren marcharse. Les pregunta si quieren
irse a otro lugar. Pero Pedro le
responde de otra manera: reconociendo que lo importante es ir a una persona, y no a
un lugar:
“¿Dónde QUIÉN
vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que
tú eres el Santo de Dios.” Jn 6, 67-69
Y entonces me vino esta pregunta que se las hago también:
¿No
será ésta la clave para saber perseverar y fortalecernos en las pruebas?
La solución no está en irnos a otro lugar
más sencillo, más tranquilo, menos tenso y cómodo. No se trata de un dónde…
porque en ese DÓNDE, podemos seguir SOLOS y caminando con nuestras
propias fuerzas…
Pero si buscamos un QUIÉN, y ese es el mismo Dios, vayamos donde vayamos, estemos donde estemos, nunca estaremos solos y utilizando únicamente nuestras débiles y torpes fuerzas. Si buscamos a Cristo para caminar y para ser sostenidos por Él, tengamos muchos o pocos talentos, mucha o poca inteligencia, mucha o poca salud, muchos o pocos estudios o bienes, podremos vivir lo que anhela profundamente nuestro corazón porque de su mano todo es posible…
Con DIOS TODO ES POSIBLE, Y TODO NOS HACE FELICES...
Hoy digámosle:
Señor a QUIÉN iremos,
solo Tú tienes palabras de vida eterna,
sólo Tú me conoces mejor que nadie,
sólo contigo puedo llevarme mejor con los
demás,
sólo contigo multiplico mis 5 panes y 2 peces,
sólo contigo el dolor más grande se puede
tornar en amor y entrega.
Señor, a QUIÉN iremos,
Sólo Tú sabes mirar mi historia, mis pruebas,
mis dificultades y cruces.
Y siguiéndote a ti, donde sea que vaya,
todo será distinto
y hasta lo más amargo
seguirá teniendo la miel de tu amor,
de tu paciencia y misericordia
que transforma todo y me transforma todo.
Entiendo, no es un dónde para esconderme y
pasarla mejor
Es un QUIEN llamado Dios, que transforma todo y
alivia todo corazón.
Amén
Buenos dias querida Magali, muchas gracias por la bella meditación que nos has compartido.
ResponderEliminarLa libertad, mi libertad está unida a Cristo Jesús, qué sería de mí si Él, que es mi Señor, mi dulce y amado Jesús.
Dios te bendiga y te guarde siempre querida Magali.
Elvira Orellana.