Me gusta coser, y a veces se me hace difícil ensartar el hilo. Para hacerlo, es necesario que los filamentos de cada hebra estén unidos y compactos. Cuando están separados es imposible hacerlo o en el mejor de los casos sólo unos cuantos entran por la aguja quedando una hebra débil e incompleta. La única solución entonces es cortarla un poco.
Me ha gustado usar esta simple comparación para entender
mejor el Evangelio de este domingo, un pasaje corto, pero con contenidos
importantes que me tocaron el corazón.
Cuenta que un maestro de la ley buscó a Jesús porque quería
saber cuál es el mandamiento más importante. ¡¡¡Eran aproximadamente 613
preceptos que los judíos debían cumplir!!! Y Él que siempre responde nuestras
preguntas, lo hizo también con él.
Le dio una respuesta que me hizo tomar conciencia una vez más
que sólo con Cristo todos los filamentos de los hilos de nuestras vidas pueden
unirse para poder entrar al cielo y ser felices para siempre.
Una primera hebra que me mostró es cuando dijo:
“…amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Mc 12,30
Invitación a unir y converger TODO en nuestra vida: nuestras
intenciones, motivaciones, atención, facultades, quereres. Todas nuestras
ideas, paradigmas y criterios. TODO en la misma dirección. TODO nuestro ser
orientado a buscarle y amarle cada vez más. Pues si estamos divididos, dispersos
y desconcentrados será como estas hebras delgadas y frágiles que se rompen
fácilmente porque van al ritmo del momento y las circunstancias.
Pero amar a Dios sobre todas las cosas y con todo nuestro ser
nos da esa consistencia interior, esa estabilidad profunda que tanto anhelamos.
Un amor sólido con todo nuestro ser que implica primero dejarnos amar por Él.
Es imposible amar a Dios con todo, si primero no acogemos su amor y grandeza en
nuestra vida. Es como recibir su amor para amar más y mejor.
Una segunda hebra que pasa por la misma aguja es la 2da parte
de esta respuesta:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mc 12,31
Invitación a no caer en el ego, individualismo o narcisismo.
Amar, respetar, valorar y confiar en el otro. Un amor sincero que lleva a
desearle lo mejor. Pero un amor que exige que exista también un bueno y
correcto amor a uno mismo. Amor que llevará a no caer en ningún extremo: ni
querernos tan pobremente que solo podamos querer pobremente a los demás, ni
exageradamente que nos lleve a querer ponernos por encima de los otros. Un amor
que tampoco nos lleve a querer a los otros más que uno mismo, asumiendo que los
demás son más importantes o valiosos. Y entonces, la hebra está unida cuando el
amor a uno mismo brota del amor que Dios nos da, y que irá de la mano con el
que tenemos a los demás.
Nunca olvidemos que el amor de Dios que podemos transmitir a
los demás, es lo que el ser humano necesita, y es el gran privilegio de estar
llamados a ser instrumentos de su vida, de su esperanza y de su amor.
Finalmente me resonó una hebra más entre tantas otras, que es
el inicio de esta respuesta, que hasta parece un mandamiento anterior a todos,
porque antes de pedirnos amar a Dios sobre todas las cosas, nos ordena en
tiempo presente algo que no podemos borrar de nuestra conciencia:
“Escucha, Israel…” Mc 12,29
Presta atención, abre el corazón, la mente, los esquemas, la
conciencia. Escucha con oídos despejados para ser capaz de acoger mi Palabra,
mis mandatos. Concéntrate para abrir y unir todo...
Siempre faltarán categorías y formas para comprender la inmensidad
del amor de Dios. Siempre será ingenuo querer abarcar su misterio. Por ello
siempre es mejor dejar abierto el corazón para escucharle con los oídos del
alma y la apertura del Espíritu.
Escuchar a Dios sobre todas las cosas, escucharnos a nosotros
mismos y escuchar a los demás, porque también en ellos Dios nos habla. Escuchar
para unir e integrar nuestra vida en la verdad y el amor, en esa aguja de la
eternidad y el infinito…
Que esta semana podamos escuchar a Dios manteniendo unidas
todas las hebras de nuestra vida. Y así, junto a Él, dejemos que haga de
nosotros el mejor bordado y el mejor traje de fiesta con el hilo de su gracia,
de su amor y ternura constantes a lo largo de todas las puntadas y caminos que
traza en nuestra hermosa historia.
Para ese bordado maravilloso lleno de colores es que hemos
nacido, para ser santos y felices como lo recordamos el 1 de noviembre...
Todo puede permanecer unido y fortalecido cuando dejamos que
sea desde el inmenso y único amor de Dios.
Mc 12, 28b-34
Gracias querida Maga, me deleito pensar en el hilo que pasa por el ojo de la aguja y en la gracia que Dios nos da para juntar las ebras de nuestra vida
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