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Mostrando entradas de 2025

Antónimo y sinónimo...

  Me encanta ver cómo Jesús es tan buen maestro. La parábola que nos cuenta este domingo la describe de tal manera que no queremos ser como el protagonista y sí queremos ser como la otra protagonista. Entonces es algo así como una motivación e invitación para ser el antónimo de uno y el sinónimo de la otra: -Este es un juez que no le teme a Dios: que no confía en su poder, que no se entiende humano frágil y necesitado, autosuficiente, soberbio y sin entender la necesidad de recurrir al poder y fuerza de Dios para su misión. Y el antónimo es Jesús, quien no solo le teme a Dios, sino que no se entiende sin el Padre. Que sabe orar y clamar al Padre desde la madrugada, un Juez que le da gracias por todo y que sabe buscarlo y llamarlo hasta en el suplicio de la Cruz. Un Juez que entiende a la voluntad del Padre como su propio alimento. Un hermano que pide ayuda a sus amigos y a todos nosotros para hacer y vivir la justicia aquí en la tierra. ___ -Un juez a quien no le importan los...

Con las ventanas abiertas...

  Me encanta tener abiertas las cuatro ventanas de mi casa. Así entra aire fresco, mejora la temperatura y se siente mejor la calidad del ambiente. Es como que estamos en más conectados con el exterior y no nos sentimos encerrados. Y además, todo se ilumina y se ve más claro. Al meditar el Evangelio de este domingo que nos pone el ejemplo de un leproso agradecido, me hizo pensar que el ser agradecidos es como mantener las ventanas del alma abiertas para acoger y saber valorar todo lo que somos y recibimos. Este pasaje del Evangelio describe la realidad de 10 hombres con lepra. Una enfermedad rechazada por los judíos, llevándolos a separarse de sus familias y la comunidad. No podían acercarse a nadie teniendo que pasar por la condena de la soledad. Y estos 10 leprosos al escuchar de Jesús y su poder, se atrevieron a buscarlo pasando vergüenza y humillaciones hasta poder encontrarlo. Y Jesús los curó, pero no como otras veces delante de sus discípulos, sino indicándoles que vayan a p...

Los regalos se abren...

  Ayer en el cumpleaños de mi mamá, me conmovió verla contenta con un regalo en su mano, se lo trajo una amiga que la quiere muchísimo. Y no se le ocurría abrirlo porque ya no sabe cómo hacerlo… Entonces le fui abriendo el papel y le saqué una loción muy rica. Le encantó el olor y quería ponérsela. Hoy que meditaba en el Evangelio del domingo que nos habla sobre el don de la fe, me vino este recuerdo porque creo que la fe es un regalo de Dios, un don que necesita ser abierto, acogido, recibido y vivido.  “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería”. Lc. 17, 6 La fe un don verdaderamente indispensable para nuestra vida y que muchas veces no es comprendido. Un regalo para todos, sin requisitos, sin condiciones. Un regalo que Dios nos da gratis. Y es que fe nos lleva a caminar con sentido, hondura y perspectiva en la vida. La que nos permite aliviar el corazón porque todo lo que pueda ocur...

Contigo siempre estamos a tiempo...

  La parábola que nos narra Jesús este domingo, es una historia dura y muy gráfica sobre las consecuencias de nuestras decisiones de vida y de la falta de amor en ella. Un hombre muy rico, pero con los ojos cerrados. Incapaz de mirar los dolores y  necesidades de los demas. ¿Miraría entonces a los que iban a sus diarios banquetes, o sólo los invitaba para que admiren sus vestidos de púrpura y lino? ¿Era capaz de ver a los que están a su lado que no comen, no pueden vestirse o como Lázaro enfermos y abandonados? ¿Qué hay en el corazón de una persona así, que sólo puede atenderse a sí mismo? ¿Ocupará sus preocupaciones en cuidarse y desconfiar de todos para que no le roben? Alguien con un corazón tan cerrado, tampoco puede creer y confiar en Dios, porque le es incómodo escuchar sus consejos y ver su ejemplo. Creo que el pobre era en realidad este hombre. Un espíritu que se fue vaciando poco a poco a lo largo de la vida, donde la avaricia y el egoísmo le han robado el cor...

Falsas seguridades...

  Hace unas semanas que encuentro en Misa a un señor mayor que me conmueve mucho. Lo veo llegar a veces con una bolsa de compras vacía, un poco desarrapado y solo. Parece ser una persona pobre también. Sin embargo, cada vez que le veo rezar y comulgar, siento como que veo al hombre más rico del mundo. Un hombre frágil que se dirige a recibir la Eucaristía como si recibiera el mejor remedio y la riqueza más grande del mundo. Él se queda de rodillas y se recoge de tal manera, que solo me dan ganas de elevar mi espíritu y darle gracias a Dios por sentir que soy testigo de un momento divino y eterno que marca y alimenta por el resto del día. Hoy que meditaba las lecturas de este domingo en las que el Señor nos anima a no poner el corazón en las riquezas porque no podemos servir a dos señores, me vino a la memoria este hombre tan frágil y pobre de otras formas, pero tan rico desde dentro, con una riqueza interior y una fortaleza especial. Y entonces me puse a pensar, cuándo y cómo s...

La locura del amor de Dios...

  Este domingo en muchos países del mundo se medita en la muestra del amor de Dios más importante y difícil de comprender. Meditamos lo que yo describiría como la mayor locura del amor de Dios: su entrega en la Cruz. No bastarán los años y los siglos para que nuestra mente humana pueda tener categorías y palabras para poder comprender lo que Dios hizo por nosotros. Creo que nunca terminaremos de creer lo que implica que el mismo Dios haya sido capaz de dejar todo, hasta su condición de Dios, para estar junto a nosotros. Y San Pablo en la segunda lectura de la Misa, escribe palabras hermosas y hondas para explicarlo:   “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”.  Filipenses 2, 6-11   Sólo quiero dejarte un consejo muy importan...

Amor y dolor...

  Creo que uno de los misterios más grandes de todo ser humano es el sufrimiento. Una realidad que no buscamos, pero que está. Dolores injustos, justos, comprensibles, sorpresivos, profundos, pasajeros, áridos, eternos, fugaces. Esos que crecieron a lo largo del tiempo, esas enfermedades, duelos, soledades, impotencias, angustias, ofensas, noticias o defectos personales. Desde los más hondos que parece que nos quitan la voz, que nos nubla los sentidos y nos hace perder la dimensión del tiempo, como aquellos simples y pasajeros que se asemejan a un incón en el dedo más pequeño. Esos que vienen de factores externos o los que se originan dentro del alma. Dolores de tantas formas y dimensiones, pero con una característica común: nos dejan huella, pues luego de ellos no somos los mismos. Creo que es necesario aceptar que es imposible sacarlos de nuestra vida y mucho que se irán echándole la culpa a Dios o a los demás. Sencillamente están, seamos cristianos, ateos, jóvenes o anci...