Ayer en el cumpleaños de mi mamá, me conmovió
verla contenta con un regalo en su mano, se lo trajo una amiga que la quiere
muchísimo. Y no se le ocurría abrirlo porque ya no sabe cómo hacerlo… Entonces
le fui abriendo el papel y le saqué una loción muy rica. Le encantó el olor y
quería ponérsela.
Hoy que meditaba en el Evangelio del
domingo que nos habla sobre el don de la fe, me vino este recuerdo porque creo
que la fe es un regalo de Dios, un don que necesita ser abierto, acogido, recibido
y vivido.
“Si tuvierais fe como un grano
de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar;
y os obedecería”. Lc. 17, 6
La fe un don verdaderamente indispensable
para nuestra vida y que muchas veces no es comprendido. Un regalo para todos,
sin requisitos, sin condiciones. Un regalo que Dios nos da gratis.
Y es que fe nos lleva a caminar con
sentido, hondura y perspectiva en la vida. La que nos permite aliviar el
corazón porque todo lo que pueda ocurrir en nuestra vida tiene una razón, una
salida y un sentido. Un don que no puede ser fabricado y producido con nuestras
fuerzas humanas porque necesita de algo y alguien que nos sobrepase, que nos
haga capaces de grandes retos, de ayudarnos a alcanzar esas metas que anhela nuestro
corazón. Un don que nos da la fuerza para esperar, para amar y poder caminar
con gozo y confianza a lo largo de las diversas rutas y circunstancias.
Creo que es algo así como la sangre buena y saludable que corre por nuestras venas. Porque nuestra vida es un verdadero misterio lleno de circunstancias simples y otras complicadas y difíciles de entender y necesita de fuerza y vida para atravesarla.
Nuestra vida en más de
una oportunidad puede llevarnos a revelarnos contra todo, nos puede
arrastrar al deseo de venganza o resentimiento. Puede hacernos vivir el temor y
la angustia por el futuro y los peligros o puede hacernos vivir un dolor que nos deja sin palabras y respuestas.
Y entonces, Dios nos da
el regalo de la fe. Un don que nos permite abrir los ojos y poder comprender el
sentido de las cosas, que nos hace tomar conciencia que humanamente será
imposible controlar y saberlo todo. Pero el que nos hace descansar y reposar
como un niño en los brazos de un Padre bueno, porque es más poderoso que todos
los misterios. Un Padre capaz de vencer todos los dolores, peligros,
injusticias y maldades. Un Dios bueno que nos ama tanto y que es el mismo que creó el tiempo,
la libertad y al mismo ser humano. Y entonces, si tenemos fe, si descansamos y
confiamos en Él, viene al espíritu y al alma una paz sincera porque estaremos
protegidos, porque la claridad de las cosas vendrá y la luz disipará toda
oscuridad.
La fe puede parecer algo abstracto,
pero es una realidad tan cierta como el viento que no se ve, o el sonido que se
escucha siempre…
En la Palabra de Dios se nos dice: “La
fe es garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven”
Heb. 1,1
Y sí, es garantía y prueba constante de su amor en nuestra vida. Pero es un regalo que se une a nuestra libertad, porque es un regalo que necesita ser abierto, que se vive, que se acoge y se usa para poder caminar. Dios nos da el regalo de la fe, pero necesita unirse a nuestra respuesta, a la decisión de recibirlo, valorarlo y usarlo en toda circunstancia de nuestra vida.
Un regalo que viene
acompañado de cosas extraordinarias para que podamos acogerlo. Extraordinarios
como los milagros que existen hasta el día de hoy en muchos lugares del mundo,
extraordinarios como esas historias guardadas en el corazón de cosas
inexplicables y que solo pudieron venir de Él. Un regalo de alguien que nos ama
tanto y que anhela con todo su inmenso corazón que lo abramos, que lo
utilicemos y vivamos la vida desde ella.
¡Qué distinta es una vida con fe! Qué
distintos los colores de un camino en el que las pruebas, las dudas, las incertidumbres,
las alegrías y las circunstancias grandes y pequeñas son leídas desde la fe. Qué
distinto es ver una verdad que nos sobrepase cuando aprendemos a unir nuestra
razón y reflexión a un acto de confianza. Qué bueno es saber por anticipado que solo veremos la
punta de un iceberg, porque la realidad es más grande que nuestra razón pero Dios la sobrepasa.
Que al ver un misterio en nuestra vida
sepamos que detrás está Dios para mostrarlo más y más, para educarnos más y
más, para decirnos que nos ama más y más. Tengamos la certeza que en cada
misterio hay una nueva lección de vida, hay un nuevo alimento que nos fortalece
y un nuevo dulce para disfrutar. Porque la fe no solo se vive en los problemas,
la fe es como un lente bueno con el cual también podemos valorar y gozar mejor
las alegrías y bendiciones que la vida nos da.
Es el lente que nos muestra que Dios
nos ama tanto que nos da lo mejor, que nos regala cada bendición en el momento
preciso, que nos da la mejor cura porque es el mejor médico, que nos resuelve los
problemas de la forma más sabia. Un lente que nos deja darnos cuenta que Él no
deja de estar a nuestro lado y espera que descansemos en su corazón.
Abramos el regalo de la fe, vivamos
desde la fe. Porque si este don que viene de Él va unido al don de la esperanza
que nos llena de vida y al don infinito del amor que nos hace plenamente
felices. La vida está completa y el cielo ha empezado…
Lc. 17, 5-10


Sólo hay decir: Aumenta mi Fé "Señor Jesús" cada minuto de mi vida.
ResponderEliminarBella reflexión Magali.