Era de mañana, íbamos por una calle peligrosa y mi mamá manejaba. Hacía mucho calor y tenía la ventana abierta. Cuando de pronto en una luz roja apareció un hombre que arranchó su reloj. Ella se defendió como pudo, pero el ladrón se lo llevó. Felizmente no pasó nada más. No sabía qué sentir; era una sensación de miedo e impotencia y sobre todo cólera por una injusticia, porque arrebató algo que no era suyo y que ella tanto valoraba. Cuando de pronto me preguntó si estaba bien, para luego decir una frase que no se me olvida: “pobre hombre, espero que lo use para lo que esté necesitando tanto…”. Y siguió manejando serena... Esa actitud no se me borró de mis recuerdos. Me dio una gran lección porque la nobleza, compasión y el perdón le brotó automáticamente, (obviamente luego le salió el susto y se fastidió mucho). ¿Quién no ha sentido cólera más de una vez en su vida? Y me vino esta historia al leer lo que Jesús nos alienta a vivir este domingo: «A vosotros los qu...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...