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Tráeme algo...

 


Cuando era niña, y mi mamá salía a la calle o viajaba, me acostumbraba a decirle: “Tráeme algo” a lo que ella me decía: “¿Qué?” y le respondía: “No sé, algo…”. Y ella sabía qué traerme un detalle, un dulce, pero algo. Sabía que lo haría, confiaba en ella y la quiero con todo mi corazón.

Otras veces no era necesario pedirle "algo" que necesite. Ella por ejemplo, cosía mi ropa muy bien, haciéndome esa blusa o vestido que necesitaba para esa fiesta de cumpleaños o para salir a jugar y ensuciarme en el parque.  Yo confiaba en ella, le agradecía y la quiero con todo mi corazón…

Qué regalo del cielo es tener personas en quien confiar. Esos amigos o familiares con quieres podemos pensar en voz alta y caminar libremente a su lado porque sabemos que nos comprenden y trascienden. Aquellos que nos conocen bien y que incluso nos hacen favores por adelantado, sabiendo que pronto los hemos de necesitar.

Confiar y amar van de la mano. Confiamos más en aquellos que amamos más. Tal vez no hacerlo del todo en temas prácticos o en habilidades. Confiamos a pesar de esos errores difíciles de aceptar. Confiar siendo capaces de darle nuestro corazón y ponerlo en sus manos, sabiendo que harán todo lo que esté humanamente posible por estar con nosotros en las buenas y en las malas.

Detengámonos un momento para pensar en esas personas y démosle gracias a Dios…           

Y junto a estas personas tan importantes en nuestra vida, está Aquel otro ser tan importante. Hoy quiero alentarlos a pensar en Él, al que le podemos decir, reclamar, llorar, pedir, recomendar, proponer, todo lo que habita en el corazón. Aquel con quien podemos encontrarnos y relacionarnos porque también nos ha demostrado infinitas veces que podemos confiar en Él. Esa persona que no deja de pensar en ti y en mí, que todo lo que hizo y hace es por nuestro bien y por nuestra felicidad.

Ese ser que tiene una relación única y particular conmigo, y otra especial e irrepetible contigo.

Piensa en Dios como ese ser en este domingo que el Evangelio nos cuenta cómo Jesús nos enseña a rezar con su Padre. Un día para comprender este tesoro de relacionarnos con Él en la oración.



Y entonces al encontrarnos con Él, lo haremos con Aquel en quien más podemos confiar.

Encontrarnos con Él bajando todas las defensas, todos los absurdos muros que pueda haber para mirarle con los ojos abiertos y el corazón expuesto que le amamos, que le agradecemos tanto, y que sabemos que no se moverá de nuestro lado y seguirá allí. Ese ser que, aunque nuestros seres queridos puedan decepcionarnos Él no lo hará nunca. Ese ser que aunque los que nos aman hagan lo que humanamente sean capaces, está Aquel que siempre es capaz de protegernos y darnos lo que necesitamos. Aquel que permanece, que camina con nosotros y no deja de velar por nuestros sueños, de consolar todos nuestros dolores, darnos ánimo en los momentos difíciles y reír con nosotros en esas alegrías indescriptibles.

Encontrarnos con Aquel que lucha y descansa con nosotros, el que nos colma con su gracia y ternura. El que nos escucha sin parar.

Encontrarnos con Aquel que traduce lo que ni nosotros mismos entendemos, quien le pone nombre a lo que no nos atrevemos a ponerle, que identifica perfectamente lo que necesitamos y nos lo da antes que se lo pidamos.

En fin. Aquel que le da sentido a todo, todo, todo lo que vivimos.  

Hoy te animo a algo que es más sencillo, cercano e importante de lo que pensamos. Porque hoy te invito a buscarlo en la oración.

La oración que se vive en el Padre Nuestro que hoy nos enseña, como en todas aquellas formas que podamos tener para encontrarnos con Él. Pues así como tenemos formas, tiempos y códigos particulares para comunicarnos con nuestros seres más queridos, tenemos aquellas para encontrarnos con Él.

Dios nos espera, nos ama y nos busca todo el tiempo para encontrarse con nosotros.

Busquémosle en el silencio, en el camino, en las cruces y los trajines. Porque nos espera y camina en todos los lugares y momentos más inimaginables que podamos pensar. Está a nuestro lado. Está presente y solo espera que le busquemos, que conversemos y nos encontremos con Él para mostrarnos su amor, y ese “algo” que comprendemos solo Él y tu.

Lucas 11, 1-13

 


Comentarios

  1. Gracias Magali x tan linda reflexión!!! Gracias Mi Dios x tu Amor, siempre esperándome.

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