Desde
que era niña, me gusta y ayuda dedicar un tiempo largo para limpiar y ordenar
mi cuarto. Una sensación de dejar mis cosas en paz y armonía, y con una
experiencia de claridad conmigo misma.
Creo
aún, que es muy sano hacerlo de forma periódica. Limpiar y ordenar nuestra
casa, para que también nos lleve a limpiar y ordenar nuestro mundo interior.
Y
hoy al meditar en el Evangelio del domingo que nos dice:
“Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha…” Lc 13,24
Me
vino al corazón una palabra que me encanta: Depurar. Y también me encantan sus
sinónimos: limpiar, purificar, purgar,
filtrar, acrisolar.
Y es que, al depurar la vida, las miradas, las prioridades, las rutinas,
las pertenencias, las motivaciones, las relaciones y especialmente el espíritu,
se va dando en el corazón una claridad para entender qué es lo esencial, qué es
lo primero y qué es lo que de ninguna manera se va de nuestra vida.
Es como si emprendiendo el camino de la vida, necesitamos ir mejor y
amar mejor, para llegar a la meta de forma segura y más rápida. Y para lograrlo
hemos de revisar las maletas que llevamos y depurar: revisar lo que tenemos y
vivimos para tener la libertad de filtrar, acrisolar aquello que sobra y nos
hace más pesado el equipaje.
Y al ir subiendo a la meta, necesitamos lograrlo soltando más y más lo
que llevamos para quedar ligeros. Y al ir subiendo la montaña, el aire es más
fresco y vemos las cosas desde lo alto. Y entonces las cosas nos parecen más
pequeñas, más innecesarias y hasta se ven como obstáculos para vivir más
plenamente.
Y al vivir con lo esencial, nos hacemos más ligeros para poder atravesar
esta puerta estrecha que nos lleva al cielo. Ligeros para estar sencillamente y
a solas con Él, para amar a los nuestros en paz y libertad, para poder recibir
con apertura el amor de Dios y de los demás. Una libertad y frescura que nos
hace más simples, más agradecidos y capaces de saber admirar y gozar lo que nos
rodea.
Un camino al cielo que empieza aquí en la tierra, en el que a medida que
tomamos pasos más firmes y decidimos depurar más, el amor y fuerza de Dios se
hace cada vez más fuerte haciéndonos más libres y plenos.
Depurando todo, para hacernos pequeños, sencillos y felices. Depurar
para poder atravesar todas las puertas, todas las entradas y todas las estrecheces
que pueden ocurrir en el camino. Depurando porque nuestro equipaje se vaciará
de muchas cosas y se llenará del amor y gracia verdaderas que nos alimentan,
nos da fuerza y nos animan el corazón para saber llegar a la cima en comunión
con Él y con los nuestros.

Entremos por la
puerta estrecha. Y estemos seguros que Jesús nos espera, nos la abre y la
podremos cruzar porque Él estará dentro de nosotros.
San Lucas 13, 22-30
Les comparto una canción que me encanta y que describe también lo que Jesús nos anima a vivir:

Gracias Magalita
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