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Como vasijas…



Llegaba a clases de 3er grado luego de pasar un momento tenso y triste. Una clase que poco a poco terminó en un diálogo con esas preguntas tan especiales que sólo los niños hacen. Era testigo de algo maravilloso que iba ocurriendo en sus tiernos y blancos corazones. Tomaba con ellas más conciencia del misterio de la Eucaristía. Y creo que la más asombrada de la clase era yo.

Mi corazón pasó de la tristeza a una alegría profunda. Perdí la dimensión del tiempo, y sin darme cuenta pasaron las dos horas de clase. Sonó el timbre, ellas no querían terminar la clase ¡Y yo tampoco! Llegó entonces la siguiente profesora y sin dudar le pedí el favor de cambiar sus horas por las mías de la próxima semana. Vio a las niñas y notando que ésto era algo especial me las dio.

Todas emocionadas nos juntamos nuevamente a seguir asombrándonos. Es un día de aquellos que no olvidaré. Fui un instrumento del amor y la presencia de Jesús. Y al mismo tiempo me encontré con este amor indescriptible…

Me vino este recuerdo cuando estuve rezando el Evangelio de este domingo que nos relata el milagro de la multiplicación de los panes y peces.


Y me detuve especialmente a contemplar dos detalles de este encuentro: Cómo Jesús se sobrepuso a la tristeza con el servicio a los demás, y cómo Él siempre busca quedarse a nuestro lado…

Cuenta San Mateo, que al morir Juan Bautista fueron los discípulos de este profeta a contárselo a Jesús. Algo que seguramente le entristeció. No sería raro entonces que fuera a un lugar apartado a rezarle a su Padre. Pero al regresar, vio millares de gente venida de distintos lugares para ser curados y salvados por Él. Y entusiasmado y conmovido lo hizo.

Su amor era más fuerte que toda tristeza porque el gozo verdadero brota del amor…

Pasaron horas encontrándose con tanta gente en ese lugar despoblado, hasta que los apóstoles le piden que los despida, porque no tenían qué ofrecerles de comer.

Entonces me resonó y conmovió lo que Jesús les contesta: “No hace falta que se vayan”. Que me suena a algo así como “No quisiera que se vayan…” “Quisiera que se queden más tiempo a mi lado”. Y creo que toda esa gente a pesar del hambre o la lejanía, también querían permanecer con Él. ¿Quién que ha encontrado un tesoro y la salvación, quisiera irse de su lado?

Creo que era fácil y práctico para los apóstoles, proponer que se vayan. Pero Jesús les ofrece una salida mejor“… dadles vosotros de comer”. En otras palabras “sean mis instrumentos, sean recipientes de mi alimento. Tráiganme lo poco que tienen y lo convertiré en abundancia”. “Yo siempre puedo saciar el hambre de toda la humanidad”.



Experimenté entonces que estas dos frases me las decía también a mí: “No hace falta que te vayas…»

“…quédate conmigo siempre, no tienes que alejarte de mí por ninguna razón o necesidad, quédate en mi presencia. Habla conmigo, reza conmigo, trabaja conmigo, ríe conmigo, busca conmigo, camina conmigo…”

Y me decía: “dales de comer»

«…tú serás un recipiente que lleve mi alimento…”

Llevar el alimento que sacia un hambre que no es sólo de pan. Hay hambre de vida y salud, hambre de eternidad, de encuentro y comunión, de verdad para comprender lo que nos rodea, hambre de justicia por dar y recibir lo que corresponde o aquella que toma el rostro de perdón y misericordia. Hay hambre por el bien y la bondad, por los sueños y deseos cumplidos, hambre de paz cuando la conciencia puede estar tranquila y clara, hambre de seguridad cuando nos sabemos protegidos, hambre de conocernos mejor. O esa hambre profunda de amor y esperanza.

Hambres que sólo Dios sabe cómo saciarlos. Alimentos que Jesús nos regala y que necesitan ser llevados.

Me entendí nuevamente llamada a ser como una vasija de las que puede llevar el alimento.

Y entonces cada uno de nosotros podemos ser vasijas. Cada una diferente, y única. Vasijas que pueden tener grietas, lados quebrados o heridos, pero que a pesar de ser frágiles, sí pueden trasladar el verdadero alimento que sacia nuestra hambre. Vasijas hechas y sostenidas por la gracia de Dios.

Hoy es un día para darle gracias a Dios que quiere permanecer a nuestro lado para aliviarnos, curarnos y amarnos. Pues: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?" Rm 8,35

Un día para darle gracias por estar llamados a ser sus vasijas, sus instrumentos, sus apóstoles.

Y darle gracias por el regalo maravilloso del Pan Bendito, éste tan bueno, tan claro y tan blanco. Éste que sí se queda con nosotros para siempre en el Sagrario, pero también en nuestros corazones.


Y les comparto esta oración que escribí luego de rezar:

Cuántos encuentros vas teniendo

desbordándote y entregándote,

curándolos con ternura

y con tanta paciencia

que al verte con ellos siento

que el cielo estoy viendo

aquí en la tierra, aquí tan fuerte.

_____

Cuánto temor de tus apóstoles

semejantes a los nuestros

cuando los números no alcanzan

y no hay qué ofrecerles.

_____

Y elevándonos la mirada

nos dices de muchas formas

que toda prueba y necesidad

puede vivirse en paz,

porque a nuestro lado

Tú mi Dios siempre estás.

______

Déjame acompañarte hoy y siempre

siendo tu vasija simple

sea al lugar escondido para rezarle al Padre

sea al lugar tan poblado y ayudarte a curarlos

sea para darte mis panes o mis pobres trigos

sea para recoger las sobras luego del largo camino.

_____

Déjame estar siempre a tu lado

siendo tu vasija simple

estando siempre llena de ti,

en el respiro, en el sueño y el camino,

porque yo tampoco puedo estar

sin verte, sin escucharte y sin tenerte.

_____

Ese es el Pan que te pido

el de tu vida eterna

esta que compartes conmigo

sea en la Eucaristía Santa

sea en el cielo prometido

sea en todo encuentro regalado

sea cuando camino y descubro

que Tú nunca de mi lado te has ido.

Amén

Mt 14, 13-21

 




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