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Cuando son cortadas...

 


 

Muchas veces al preguntarme si me gustaría recibir un ramo de flores, he respondido con sinceridad que me encanta el detalle, pero prefiero recibir una sencilla planta. Y lo prefiero, porque las hojas y flores al ser arrancadas de  sus ramas, tienen una sentencia segura: se marchitan, se secan y mueren.

Es lindo en cambio, ver una planta que crece, verdea, deja brotar flores o frutos varios días hasta caer para que nazca una nueva. 

Cuando están sembradas, hasta tiene un sentido ver cómo se podan las hojas que sobran para que crezca mejor. Y es hermoso ver cómo crecen desde un tronco, desde un tallo fuerte y resistente que transmite todas las sustancias para mantenerla con vida.

Este domingo Jesús nos enseña esta preciosa simbología donde Él es la Vid y nosotros los sarmientos. 

Es una buena ocasión para preguntarnos con sinceridad cómo se alimenta y nutre nuestra vida interior o cómo no llega a hacerlo.

Podríamos entonces identificarnos con una o distintas maneras como las personas se aproximan a esta realidad de la que Jesús nos habla. 

Creo que hay personas que prefieren quedarse con la belleza de una flor arrancándola del resto para que sea sólo suya. Se olvidan que fuera de la planta ésta morirá pronto. Son tal vez personas que abiertamente prefieren gozar de la inmediatez de la vida prescindiendo de lo que es realmente importante. Prefieren negar que la fuente de la vida es Dios. Creen que basta con gozar de la belleza de la flor sin querer pensar que un día se marchitará. Entonces la diversión, lo cómodo y fácil se acabará tan rápido como esta flor. 

Otras personas pueden pensar que sí se permanecen unidos a la Vid, pero lo hacen con cierta desconfianza o con una sensación de obligación. Y dado el momento, no aceptarán ser podadas, removidas o recibir medicinas para crecer mejor y curarse. Creen que las incomodidades y dolores son culpa de Dios y son experiencias que no pueden tener cabida en su vida pues “ya hicieron suficiente”. Una vida en la que no terminan de valorar la bendición de vivir junto a Él y el poder experimentar su amor incondicional de tantas maneras. Algo así como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo...

Otras, están dispuestos a estar unidos a Él, pero quieren crecer pronto. Quieren recibir las uvas de los sarmientos sin tanto esfuerzo. Quieren los frutos más pronto de lo que es. Ponen químicos y experiencias forzadas para apurar los tiempos. Quieren quemar etapas y no creen que el presente junto a la Vid, ya es el inicio del cielo en la tierra. 

Hay otras personas que pueden confundir roles. Piensan que son la vid, los sarmientos, las uvas, la tierra, el viñador y todo lo demás. Creen no necesitar de nadie, que se las pueden arreglar solas. Creen además que son indispensables para otros. Que son la vid de otras personas. Personas que buscan tener el control de todo. Y muy pronto esa idea se irá, porque gracias a Dios somos seres humanos vulnerables y necesitados.

Pero Él nos dice: 

"El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada". Jn 15,5


Entonces me brota la sincera expresión: ¡Bendita fragilidad!


Qué bueno entender cada vez más que somos simples sarmientos. Saber que necesitamos ser regadas, cuidadas y podadas por el mejor Viñador. Qué bueno comprender que somos sarmientos que necesitamos estar unidos a la Vid. Qué bueno entender que tú y yo necesitamos de Dios y de aquellos amigos y hermanos que nos ayudan dejar que el Espíritu de amor obre en nuestras vidas.




Bendita fragilidad desde la cual podemos dejar que la gracia de Dios salga a nuestro encuentro como lo hace la savia. Bendita fragilidad que nos ablanda la mente y corazón para acoger a Cristo en nuestra vida ayudándonos  a que se den esos frutos frescos y únicos en cada corazón humano. 

Unidos a la Vida, podremos dar esos frutos que brotan de esa semilla única e irrepetible que Él puso en nuestro espíritu. 

Que esta semana podamos reconocer nuestra necesidad de Dios. Que podamos encontrarnos con esta humanidad que necesita de Aquel que nos ha creado, sembrado, que nos cuida y alimenta, que nos da la vida eterna, que vela por nuestra felicidad y sueña con esos frutos y flores para gozar de una vida plena.

Nunca olvidemos que si nos alejamos de la Vid, nos marchitaremos, y si permanecemos unidos a Él la felicidad será eterna, pues para ello hemos nacido. 

____

Cómo entender mejor

cómo sueñas con mi vida

viéndome florecer y crecer

viéndome dar fruto y ofrecer sombra.

 

Cómo entender mejor

cuánto me cuidas y me riegas

cuánta savia me das a cada instante

cuánta agua bendita me das cuando riegas mi espíritu

cuánto me iluminas con el Sol de tu entrega.

 

Cómo entender mejor

que es absurdo pensar que yo crezco

si me alejo de tus planes, de tus formas y tus ritmos

éstos tan perfectos, tan buenos y nobles

éstos que Tú mi Señor me ofreces

para crecer alto, para ser libre, para volar al cielo.

 

Cómo creer cada vez mejor que este ciento por uno

viene luego de una poda, de un cambio o de una prueba.

Cómo entender que la entrega y las cruces

no hacen daño y sí ayudan

a madurar en amor y entrega

aprendiendo de ti 

y acogiendo tu felicidad verdadera.

 

Cómo no agradecerte por ser esa Vid infinita

que me dio su savia y su vida plena

en la Cruz, en la Resurrección y el cielo eterno.

 

Cómo pedirte una vez más que me ayudes

porque yo sí te necesito

como mi Vid y mi raíz

como la fuente de mi vida

como la razón de mi existir

cómo el único amor eterno

que no se va, que está a mi lado

y que crece y crece sin pedirlo

sólo y únicamente

porque tanto me has amado.

AMEN

 

Jn 15,1-8

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