Creo que nunca como ahora la
experiencia de las despedidas se vuelve una experiencia constante y viva.
Despedidas por aquellos que se van a vivir lejos, como aquella tan difícil
cuando perdemos a un ser querido en este mundo.
Sólo en este mes tuve más de 10
noticias de pérdidas de personas. Personas muy queridas para mí, como el ver los míos sufriendo hondamente por ello. Misterio de la muerte en el que la despedida y el dolor
puede dejarnos en silencio no solo de palabra, sino ese que nos deja toda emoción
y pensamiento en blanco. Silencio que grita, porque el dolor atraviesa todo
nuestro ser. Y dolor que cuando es llevado con fe, puede animarnos e invitarnos
a poder ser vivido con paz y amor por los que partieron y los que quedaron con
nosotros.
El Señor también quiso
enseñarnos a través de su Madre y sus apóstoles a saber llevar esta partida.
Aquella durísima cuando murió un viernes, como la de estar 40 días resucitado para
luego despedirse e irse en cuerpo y alma al cielo.
Se fue al cielo, pero les
dejó algo mucho mejor que sus almas no terminarían de entender aún. Sólo 10
días despúes, al recibir el Espíritu Santo, comprenderían todo, y como Él les
prometió: su tristeza se transformó en gozo…
Estoy segura que en este
tiempo, tenemos el espíritu más abierto para buscar y entender los misterios de
Dios en nuestras vidas, y creo que esta historia de la Ascensión puede enseñarnos también muchas cosas sobre nuestra relación con Él y su verdadera presencia en el día
a día de nuestro peregrinar…
Y es que, así como Jesús se
fue al cielo con la promesa de regresar, así creo que
también día a día podemos percibir la presencia fuerte y real de Cristo a
nuestro lado, aunque en muchos momentos no le percibimos ni un poquito… Entonces
queda evocar este don de la fe para creerle que regresa con algo mejor que está
por llegar…
Y así como el mismo Jesús les
dijo que les convenía que se vaya para poder enviar al Espíritu con quien
podrían entender todo el misterio del amor divino en sus vidas, también más de
una vez experimentamos sucesos incomprensibles que luego son revelados y
mostrados con claridad cuando acogemos la gracia su gracia en nuestra vida. Pero
es como que primero necesitamos reconocer que no entendemos, que nos cuesta y sobrepasa nuestro entendimiento, para que luego Él pueda habitar mejor en nuestro espíritu para hablarnos muy claro y muy fuerte.
A veces, podemos tener la
sensación que Él no está, que se ha ido, que se alejó. Pero en realidad está
más cerca que nunca, porque está sosteniéndonos y cargándonos. Ese no poder verlo y no ser capaces de permanecer de pie por nuestras propias fuerzas, pero a la vez es por su
gracia que seguimos caminando y hasta sosteniendo a los nuestros.
A veces, sólo sentimos
problemas y ganas no nos faltan de reclamarle o decirle que nos pide más de lo
que podemos. Pero al poco tiempo o simultáneamente, nos sabernos sobrepasados de
detalles, de muestras de su amor a través de las personas, o simplemente por lo
que experimentamos.
Otras, tal vez somos nosotros
los que nos vamos y alejamos, y siempre es Él sin dudar, quien permanece paciente y nos espera hasta que podamos recapacitar y volver a sus brazos.
Tantas idas y venidas en las
que siendo honestos será siempre Él quien permanece fielmente sin irse de
nuestro lado y somos nosotros quienes tomamos diversas rutas.
En esta Solemnidad de la
Asención lo que sinceramente me brota, es agradecerle una vez más, por abrirnos
este camino para unirnos a Él y para siempre. Agradecerle por abrirnos las
puertas del cielo para que el día que nos toque partir de este mundo, la fiesta
de amor y encuentro continúe y sea más plena allá.
Esta es la solemnidad para darle
gracias a Dios que, en estas despedidas tan dolorosas y hondamente indescriptibles,
tenemos la promesa de poder encontrarnos con el Padre, con María y todos los
santos. Pero también darle gracias por la promesa de poder reencontrarnos con
aquellos de quienes nos hemos despedido hace años o hace días.
Hoy Señor te damos gracias
porque la promesa de haberte ido para algo mejor, también la has cumplido con nosotros y con los nuestros. Hoy podemos hablar con esa madre, esposa, hermana, padre,
hija o amiga que ya no está físicamente, pero con quien sí podemos comunicarnos y
pedir su amorosa intercesión.
Hoy podemos saber que están
felices junto a ti y también rezar confiadamente para que puedan participar muy
pronto de esta felicidad eterna en el cielo a la que también nosotros queremos
llegar el día que sea nuestra hora.
Gracias Señor Resucitado por
abrirnos la puerta y por ser Tú la misma Puerta que nos regala la felicidad
eterna, presente y viva.
Marcos
16,15-20
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