Esta sensación que nos indica la necesidad de comer: luego de varias horas sin hacerlo, que aumenta con el frío y el esfuerzo; o aquel tan doloroso y constante en la pobreza extrema. Cuando rezaba sobre el Evangelio de este domingo, continuación al milagro de la multiplicación de los panes, me imaginaba otra vez lo que experimentaron estas miles de personas saciando el hambre de forma tan milagrosa. Situación en la que Jesús se aleja para no ser proclamado rey, pero en la que lo encontraron. Y así, empieza la historia de este domingo, en la que Jesús no se escapa, sino que tiene un diálogo que nos enseñó a saciar un hambre más importante. Les dijo una frase directa, dura y clara, para ayudarles a comprender lo que todos vivimos dentro: “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros . No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna”. Jn 6,26-27 A...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...