¿No sería mejor nombrarlos al revés?
En la sístole nuestro corazón se contrae para bombear la
sangre hacia fuera, y en la diástole se relaja para que se llene de la sangre. Entonces, si no se llena, no puede difundirla.
Una figura sencilla, que puede graficar lo que podemos estar llamados a vivir desde el Evangelio de este domingo en el que Jesús nos invita a ser sus testigos desde el llamado hecho a los 12:
“…llamó Jesús a los Doce y los fue
enviando de dos en dos…Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban”. Mc 6, 7-13
Y al rezar, le decía a Jesús: ¿Cuándo dejará de sorprenderme y renovarme el misterio de tu llamado? ¿Cómo comprender que Tú, tan poderoso e infinito, siendo el mismo Amor, me pidas ayuda y me invites a ser su testigo?
Me llamaste a consagrarte mi vida, mis quereres, mi tiempo y mi historia para caminar a tu lado. Me llamaste a ser feliz así, pues así me hiciste.
Pero todos tenemos un llamado personal y único. Sea a la vida consagrada o al matrimonio, y que va de la mano con llamados más específicos y concretos en cada etapa de nuestra vida.
Un llamado desde la lógica perfecta de Dios que conoce nuestra humanidad y sabe lo
que nos puede hacer más y más felices…
Un llamado a ser felices, que empieza con el poder estar junto a Él dejándonos amar indescriptiblemente por Él. Y que luego continúa con el de anunciarlo para compartir con los demás el tesoro que hemos descubierto.
Anunciarlo sin depender de estrategias o buenos argumentos. Que tampoco depende de la autoridad moral, de la inteligencia, la hoja de vida o la edad. Todo ésto puede ayudar, pero ante todo, se trata de a hacerlo desde la sencillez y la autenticidad del que no puede callar ni dejar de transparentarle porque le tiene muy dentro y le tienen conquistado el corazón.
Testigo de ese Dios presente y cercano que habita dentro. Que no puede esconderlo porque su rostro, mirada y memoria
reflejan más y más quién es el dueño de su vida.
Pero un llamado que inicia con el de seguirle y permanecer con Él (diástole). Sangre de Cristo recibida en un corazón abierto y libre. Corazón que se deja llenar hasta que le brote hacer todo esfuerzo por bombear y difundir su amor (sístole). Un corazón que si no se contrae para anunciarle, se paraliza porque deja el gozo de latir.
Hoy le pido al Señor tener un corazón libre, un corazón como el de los niños que siempre están abiertos y dispuestos a acogerlo dejándose sorprender. Y ya luego de llenarme de Él, pueda compartirlo y difundirlo a los demás.
Diástole y sístole sin parar, como es la vida eterna para la que hemos nacido...
Estoy convencida que cuando haya una diástole constante en nuestra vida, habrá siempre fuerza para la sístole, para el anuncio, para transmitirlo incluso sin saberlo y sin buscarlo…
Un obispo dijo una frase muy hermosa que grafica este amor:
“El corazón no es de quien lo
rompe, sino de quien lo repara. Por ello, nuestro corazón es de Jesucristo” Mons. José Ignacio Munilla
Mc 6, 7-13
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Cómo
describir este amor entregado
cuando me miras con tanta bondad
cuando eres bálsamo en mi dolor
cuando refrescas mis emociones y el sudor del camino
cuando pones tu oído inmenso para comprender mis dudas, quejas o incertidumbres
cuando me hablas con esa voz necesaria que me responde, explica y aclara.
Amor en tantas formas y tanta fuerza
que
me lleva a anunciarte
no obligada, sino simplemente
por no poder callar
ni querer disimular
el
rostro, la risa y el gozo
de saberme
sobrepasada
de
tu ternura, tu paciencia y caricias.
Por
eso, hoy te digo una vez más
sabiendo que no te cansas de escucharme
que
quiero ser tu testigo
uno imperfecto y torpe
que busca ser transparente y sencilla
para reflejar tu acción presente
sin necesidad de otras ropas, monedas
o soportes que se acaban;
sólo
con el bastón de tu Cruz
que es la muestra insigne
de tanta
incondicionalidad gratuita y bendita
inundando mi vida
e iluminando mi historia.
Quiero ser testigo de este misterio de amor
entregado
a mí, tu amada
que
tan frágil, pequeña y agradecida
busca tener un corazón de niña
que
estira los brazos y se empina
para recibirte siempre
para
tenerte dentro
para entregarme y donarme
como Tú me enseñas.
AMEN
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