Tengo fama de distraída y volada porque lo soy. En mi casa se ríen cuando pierdo mis lentes, reloj o celular, y son muy buenas y pacientes conmigo. Me dio mucha risa recordar que cuando no encontraba algo que estaba en mis narices, una buena amiga me decía de broma: “si fuera perro te muerde”. Pero, aunque voy mejorando poco a poco, es lindo tener otras hermanas de comunidad que me ayudan de distintas maneras.
Creo que cuando estamos
distraídos, es porque dejamos de ver con atención distintos aspectos de nuestro
entorno dejando pasar detalles de la vida cotidiana que nos ayudan a una mejor vida
personal y convivencia con los nuestros.
Pero qué importante que ésto no repercuta en experiencias de mayor importancia para poder estar
atentos a las necesidades de los nuestros, a señales de nuestra vida que
indican que estamos necesitando algo particular, abiertos a esas situaciones que nos
rodean y necesitan mejorar, percibir lo bueno que va avanzando en nuestros
proyectos o nuestra familia. Situaciones y experiencias en las que no podemos
bajar la guardia y necesitamos escuchar con atención los signos que la vida nos
manifiesta.
El Evangelio de este domingo
me llevó a esta cualidad tan concreta y necesaria de la atención. En éste, se
relata la situación difícil para Jesús al ir a Nazaret, lugar donde creció y vivía su familia. Cuentan que va a la sinagoga a predicar y encontró un
pueblo que le escuchó atento, que se asombró y admiró por lo que decía. Pero
que al tomar conciencia que era el hijo de José, que tenía tal familia nazarena
y otras características, descalificaron lo que predicaba afirmando en otras
palabras que de Nazaret no podía salir nada bueno, ni un profeta… Y el relato
termina narrando que incluso pudo hacer muy pocos milagros por la falta de fe.
Es un pasaje de la vida de
Jesús que me llevaba a preguntarle cómo era mi atención y disposición hacia su
presencia, sus palabras, sus signos y detalles.
Creo que es ocasión para preguntarnos
con sinceridad dónde y cómo es nuestra atención hacia Él en situaciones difíciles:
ese miedo ante un peligro, la pena ante la separación de un ser querido, las
dudas y preguntas cuando atravesamos una situación complicada. Momentos en los
cuales los sentimientos nos distraen de tal manera que podríamos perder de
vista lo esencial dejando de percibir la acción concreta y real de Dios en
nuestras vidas que está respondiéndonos, que está obrando maravillas o sacando
bienes de los males. Esa falta de conciencia y atención frente a un Dios que ya
nos está ayudando y obrando más de un milagro.
Qué diferente es cuando
podemos elevar el espíritu y dejar de mirar el polvo y el suelo para ver el
horizonte y el cielo que ha descendido a nuestro lado para ayudarnos a caminar
y volar alto. Un Señor que nos abre los ojos para ver el dolor y necesidades de
los que nos rodean, pero que también busca abrirnos los del corazón y el
espíritu para escuchar sus palabras de vida y las respuestas a nuestras preguntas y pedidos.
Tenemos un Señor que está
frente a nosotros todo el tiempo: “en
nuestras narices…”
Él está también en la
sinagoga de nuestro espíritu: hablándonos con fuerza y amor. Él actúa y aviva
nuestro corazón. Por ello, no tengamos el corazón cerrado a sus
enseñanzas de vida y su gracia.
Revisemos con sinceridad, si a veces podemos “hacernos los distraídos” y poner excusas porque, aquello que nos dice, puede hacernos tanto bien pero es a la vez muy exigente.
"Si estuviésemos atentos a las cosas obvias, nos daríamos cuenta de la compañía cotidiana de Dios, que sostiene constantemente nuestra esperanza" Amadeo Cencini
Nunca olvidemos que Él siempre
respetará nuestra libertad y esperará con paciencia y entusiasmo nuestro “hágase”,
como el que María dijo también aquí en Nazaret. Siempre estará dispuesto
a hacer todos los milagros que necesitemos, solo espera que creamos y confiemos
en sus formas, sus tiempos y su obra divina pues siempre sobrepasará nuestras expectativas.
Pidámosle hoy a nuestra Madre
María de Nazaret que nos ayude a crecer en la fe, para acoger siempre las
Palabras de su Hijo y pueda obrar maravillas en nuestra vida y nuestra vocación a
ese cielo prometido.
____
Ven Señor a nuestro Nazaret,
nuestra casa, nuestro mundo
y nuestros pasos pequeños.
Te espero para
escuchar tu Palabra eterna,
acoger tu amor bendito
y contemplar tu canto dulce y fuerte
que me anima a seguirte
cada vez más atenta,
cada vez más abierta,
cada vez más confiada.
Por eso hoy desde mi casa,
ésta que es la tuya,
quiero decirte igual que mi
Madre:
Hágase en mí
según tu Palabra
según tus tiempos
según tu sabiduría eterna.
Amén
Mc 6, 1-6
Gracias Magaly🙏🙏🙏
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