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¿Qué necesito?

 



¿Cuántas veces al día nos falta algo? Aquello que se nos perdió, se acabó o nunca tuvimos. Algo práctico, algo descartable o algo indispensable que sí necesitamos. 

Y cuántas veces aquello que dejamos de tener marca un antes y un después. Cuando la pérdida de un ser querido, la desilusión, las circunstancias o las crisis personales nos llevan a sentir un dolor y vacío en el corazón.

Creo que son momentos difíciles, pero en los que damos como un salto en la vida. En los que dejamos de distraernos con lo superfluo o egoísta, para fijar la mirada en lo que verdaderamente importa o en aquello que tal vez no valorábamos hasta haberlo perdido.

Y en este domingo que recordamos la bella historia del milagro de las Bodas de Caná, Jesús me detuvo la mirada en esta frase que María le dijo a Jesús: “no tienen vino”.

Las bodas judías duraban más de un día. Y el vino era símbolo de prosperidad y bienestar para el futuro. Por ello, que se acabe el vino era un problema importante por solucionar. Una necesidad que María desde su fineza y servicio pudo darse cuenta y buscó cómo ayudarlos.



Entonces me vino la analogía con mi vida y la tuya. Aquellas “bodas” en la vida sean importantes o sencillas. Momentos en los que se acaba y nos falta algo verdaderamente importante.

Sepamos o no lo que nos falta, hay una Madre que sabe poner las palabras y categorías exactas para pedir por aquello que verdaderamente necesitamos. Y no le pide a un rico, sabio o un poderoso. Sabe que lo que necesitamos sólo Dios puede darlo. Y su Hijo es Dios…

Y entonces, mirándolo con confianza, tú María le cuentas que no tenemos el vino de la alegría, de la paz interior, de la claridad o la conciencia. Le dices que nos falta paciencia, fortaleza o coherencia. Que se nos acabó la fuerza de voluntad, la esperanza, la fe, la motivación o el silencio necesario. Que pasamos necesidad de trabajo, salud o que la armonía familiar se va apagando. O tal vez le pides que nos ayude a entender que aquello que sí buscamos no lo necesitamos. En fin, tantas cosas que tú y Él saben mejor que nosotros.

Y animándonos a confiar en Él, nos pides dos cosas importantes:

“Hacer lo que Él nos diga”, para dejarnos guiar por el mejor Maestro, quien sabe la mejor ruta para encontrar todos nuestros tesoros perdidos o anhelados.

 

Y luego, poner a sus pies esas tinajas de barro llenas del agua insípida. Ésta que puede ser clara o turbia. Esta que proviene de nuestros sudores y cansancios, de nuestras lágrimas, la de nuestras lluvias y tempestades, la del mar de nuestras aventuras. Todas las aguas sanas o contaminadas de nuestra vida. Todas…



Y entonces se podrán dar una y otra vez estos milagros que vienen de Dios. Éstos que transformaron lo incompleto, débil y roto en el mejor vino. Este vino de la nueva Alianza, éste de la alegría que no nos puede ser arrebatada, el de una esperanza viva que no falla, el del amor que no se destruye. Este vino de la gracia regalada para iniciar y mejorar cada vez más nuestro feliz camino.

Animémonos a comprender este domingo cuántas experiencias en nuestra historia el Señor nos invita a leerlas así. Aquellas en las que tal vez solo vemos oscuridad y temor, pero que, al ponerlas a sus pies, se convierten en un vino que aviva y despierta el corazón. Ese que es vino mejor que el que tuvimos antes de perderlo.

Preguntémosle hoy a María

Madre, ¿Qué necesito? ¿Qué me falta para ser plenamente feliz? ¿Qué creo que necesito y en realidad me hace daño? ¿Qué vino necesito y qué agua debo botar? Madre, ¿Qué es mejor para mí?

Y corramos a los pies de Jesús para recibir cada día el mejor vino que nos ofrece. Veamos cómo nuestras frágiles tinajas se van sanando y llenando de su amor infinito. Vino abundante para ser acogido y compartido.

Bien dijo el Papa Francisco al meditar este Evangelio:

“Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón: El mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados. Tené Paciencia, tené esperanza, Hacé como María, rezá actuá, abrí tu corazón, porque el mejor vino va a venir”.

 

Jn 2, 1-11

 

 



 


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