Cuando nos encontramos con alguien que no vemos hace mucho tiempo, tenemos una sensación de gozo y de evocar los recuerdos. Pero a la vez, tenemos la certeza que hubo mucho recorrido y vivido, y que, en un sentido ya no somos los mismos. Hoy al rezar esta historia que siempre me mueve, y es una de mis favoritas, me quedó resonando en el corazón la experiencia que seguramente vivió Pedro luego reencontrarse con Él ya resucitado. Esa tarde que se fue a pescar al mar de galilea, Pedro ya no era el mismo. Demasiadas cosas que cambiaron su existencia, demasiado amor y divinidad experimentada. Demasiado dolor que busca ser consolado. Su Señor muerto y ahora resucitado. Imposible seguir siendo el mismo... Y se va a pescar ya no solo o con su hermano Andrés. Esa tarde le siguen sus nuevos amigos, sus nuevos hermanos que también experimentan el misterio del Señor muerto y resucitado. Y sincerando nuestro corazón, creo que todos nosotros luego de habernos encontrado con Jesús, ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...