Si hay algo que me puede emocionar mucho,
es la experiencia de asombro y gozo de un niño cuando aprende a leer y escribir. Es como si el universo le abriera las puertas. Y entonces, empiezan a sentirse más fuertes, seguros y como
capaces de poder construir grandes historias y grandes encuentros.
Uno de los métodos que más me gustan para ello,
es cuando lo hacen escribiendo sobre la arena o la tierra. Que con sus pequeños dedos van marcando e interiorizando la letra y el sonido que escriben. Es unir sus sentidos para recibir el contenido de aquella letra incluida
en esa palabra nueva y ese significado hermoso.
Hoy, cuando meditaba en el Evangelio del domingo sobre la historia de la mujer sorprendida
en adulterio, aunque parezca extraño, me vino esta experiencia de aprendizaje que les menciono.
Quise darle hondas gracias a Jesús por su actitud. No
sólo por protegerla de los juicios y humillaciones al decir: “aquel que nunca
haya pecado que tire la primera piedra”. Sino que me dejó partiuclarmente conmovida que no la miró, sólo se agachó y escribió algo sobre la tierra. Y si bien es un misterio qué fue lo que escribió, me vino inmediatamente la certeza de pensar que no escribió sobre el suelo, sino que lo hizo en su corazón.
Entonces me pregunté: ¿Alguien podría escribir sobre una piedra,
esa que es dura y fría? Entonces concluí que el arrepentimiento y ese entrar en uno mismo que vivió esta mujer, fue el primer paso para tener un corazón más humano, más blando y abierto para que Jesús con su perdón y ternura, trace
surcos hondos sobre su espíritu.
Creo que la experiencia de arrepentimiento es una experiencia dura y dolorosa, pero necesaria para abrir las puertas a Dios y convertir nuestros corazones endurecidos, autosuficientes o rutinizados. Qué difícil es tomar conciencia de alguna caída, un error que causó daño o el pecado cometido. Es una experiencia que nos evidencia lo frágiles y contingentes que somos. Pero es muy cierto que, junto al pesar, es una ocasión importante para reconocer cuánto necesitamos de la fuerza y el amor de Dios. Experiencia que más de una vez nos dejó grandes enseñanzas para la vida con la claridad de qué hemos de hacer y qué dejar de hacer...
Y así como la tierra de este pasaje puede representar nuestro
corazón, creo que también podemos identificarnos con esa mujer arrepentida que
vive la bendición del encuentro con Jesús. Un encuentro en el que Jesús se encargó de quedar los dos a solas. Encuentro en el que dejó salir a los espectadores que juzgan y recriminan y que más de una vez somos nosotros mismos cuando no sabemos
perdonarnos y levantarnos con la ayuda de Dios para seguir adelante.
Podemos identificarnos con ella, que luego del dolor y arrepentimiento, recibimos su mirada compasiva, amorosa y misericordiosa. Mirada que puede atravesarnos el corazón y darnos ese bálsamo de consuelo, mostrándonos con sus palabras que nuestro pecado no es nuestra identidad.
Podemos identificarnos con esa mujer que vive el encuentro con un Dios amoroso
que nos mira con profundo respeto y nos habla con esperanza. Que nos dice una y otra vez: “tampoco yo te condeno”. Y que tácitamente sabe que hemos aprendido la lección, pues sin recriminarnos sólo dice “anda, y en adelante no peques
más…”.
Ese es Jesús, el que nos protege de los falsos y soberbios jueces, que espera el silencio y el estar a solas, para poder mirarnos cara a cara en ese bendito encuentro que nos libera y nos salva.
Hoy encontrémonos con Jesús, quien escribe sobre nuestro corazón para ablandarlo más, para aprender a leer y escribir el diccionario de la misericordia.
Hoy dejemos que prepare surcos en nuestra alma para que germine la semilla del perdón, de la esperanza y la confianza en su
gracia.
Hoy encontrémonos con nuestro Señor, que con la misma
mano que escribe y marca nuestra alma, la estira para ofrecernos su ayuda, para sostenernos de pie y poder caminar junto a Él.
Jn 8, 1-11
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cuando
me quedo a solas contigo
porque
Tú alejaste a todo espectador y distractor
que
juzgue y me aleje de tu lado.
Cara
a cara,
luego
de haber escrito
sobre
el surco de mi corazón
palabras de vida y esperanza
con la fuerza de tu gracia.
Cara
a cara,
cuando escribiste en mi alma
la
ley del amor y del perdón
trazando palabras muy libres
en toda mi historia.
Cara a cara
en silencio, con solo esa mirada
que
me dice cuanto me amas
cuánto me perdonas,
cuánto me conoces
y cómo me salvas.
Cara
a cara
estirándome tu mano firme
para
levantarme nuevamente
para
seguir caminando
pero
recordando nuevamente
que
se camina tomada de tu mano
para
no tropezar en el sendero
para
tomar la mejor ruta
por
la que me llevas al cielo.
Cara
a cara voy dejando
que
escribas hondamente en mi alma
la historia de amor que has trazado
con tu perdón, ternura y paciencia
invitándome una y otra vez
a volar alto y libre
junto a ti y con mis hermanos.
Amén.
Muchas gracias por tu escrito. Que hermosa conversación cara a cara con Jesús.
ResponderEliminarBuenas noches querida Magali.
ResponderEliminarBella la reflexión de esta semana, en realidad el pasaje del Evangelio de San Juan, la mujer adúltera y el comportamiento del grupo de los fariseos, prácticamente exigiéndole a Jesús,, diera a conocer su punto de vista y se cumpliera la Ley de Moisés, ante el caso de evidente flagrancia y la respuesta que nuestro Señor Jesús les da, los hace retroceder y poco a poco se retiran, imagino la frustración de estas personas que acusaban a la mujer
pecadora, de haber perdido la oportunidad de acusarlo por no hacer cumplir la Ley.
Y luego tu Magali :
Hoy encontrémonos con Jesús, quien escribe sobre nuestro corazón para ablandarlo más,
para aprender a leer y a escribir el diccionario de la "MISERICORDIA"
Como siempre, muchas gracias querida Magali.
Dios te bendiga y te guarde siempre.
Elvira Orellana.