El otro día observaba en una fiesta infantil a un niño con una tremenda pataleta y un llanto incontrolable porque él quería algo que el papá le prohibió. Cuando el llanto se cambia a escándalo, he visto que lamentablemente la historia termina haciéndose lo que él quiere. Pero me quedé gratamente sorprendida cuando ví que este papá lo llevó a un lugar apartado, lo miró fijamente a los ojos buscando serenarlo. El niño gritaba más y más fuerte, lloraba más y más. Pero el papá de forma paciente y firme le repetía que se calmara. Le decía que no siempre se hace lo que él quiere. Fue un llanto y pataleta de 10 largos minutos. Y al final ganó la autoridad del papá. Entonces me pregunté quién ganó realmente… a lo que me alegró concluir que los dos. El hijo se hizo un poco más resiliente, el hijo confirmó la fortaleza de su papá, el papá le amó al educarlo un poco más. 15 minutos después el niño estaba contento jugando con los demás. Me quedé pensando luego que, aunque no seamos niños, ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...