“La paciencia todo lo alcanza”, decía Santa Teresa de Jesús. Y cada vez me parece más cierto y necesario. Creo que en un mundo acelerado donde el hacer las cosas rápidamente es una virtud, tener experiencias en las que toca esperar, toca confiar porque no se ven los resultados, toca aceptar que debemos aguardar más tiempo de lo que suponíamos, se convierte en algo hasta desagradable o que puede ponernos de mal humor. Situaciones en las que la impaciencia hasta nos lleva a buscar culpables fuera o dentro... Y aunque unos tienen más de paciencia que otros, es humano el desconcierto cuando las cosas no suceden como lo esperamos. Hoy al rezar en torno a la Sagrada Familia y en torno al inicio de un nuevo año, me vino a la mente y al corazón la pregunta sobre la importancia del tiempo, los tiempos de la vida, los tiempos de Dios. ¿Cómo medimos y valoramos el tiempo? ¿Cuándo es mucho tiempo y cuándo poco tiempo? El pasaje del Evangelio nos sitúa en torno a José y María que van al templ...
Todos tenemos experiencias cotidianas que nos llenan de asombro y nos llevan a encontrarnos con la presencia de Dios en nuestra vida. Quiero compartirles mis propias experiencias sencillas y reales, que puedan animarles a descubrir las que están a su alrededor...