Mes de
diciembre, cuando los planes sobre las celebraciones de Navidad, sobre las
visitas de familia o los encuentros con los nuestros emociona y anima a querer
vivir lindos días.
¿Cómo es nuestra
disposición, nuestro entusiasmo y los detalles con los que nos preparamos para estas
grandes visitas? ¿Qué emociones se evocan en el corazón cuando sabemos que llegará
esa persona que queremos tanto?
La mayoría
de las veces sabremos la hora y día. Tal vez iremos marcando en el calendario los
días que faltan, que faltan 10, 9, 8 días hasta que las emociones y lindas
fantasías sigan aumentando … Otras veces puede ocurrir sabremos que ese ser
querido llegará en cualquier momento. Y los sentimientos podrían alterar el
sueño y el horario natural porque queremos estar alertas ante su inminente
llegada. Todos ellos síntomas de amor, de admiración y de un deseo sincero de
querer encontrarnos con esas personas.
En este primer
domingo de Adviento, Jesús nos habla de estar en vigilia porque no sabemos cuándo vendrá. Esperar esta venida de Jesús
al final de los tiempos o recordar su llegada hace 2000 años en Belén.
Pero hoy los
animo a meditar en otra venida: La de cada día, presente y viva. Esperar su venida
cotidiana, en momentos sencillos, en momentos complicados, en momentos de incertidumbre
o de entusiasmo. Domingo para tener un espíritu dispuesto, cuando aguardamos su llegada constante. Y Él nos repite una palabra: VELAD. No quedarnos dormidos, no distraernos, sino tener la
mirada fija en la espera, aguardando ese encuentro con Él una y otra
vez…
“Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”
Mc 13, 33-37
Quedémonos con esos dos elementos: la espera y la hora. Y desde allí, los invito a entrar en nuestro interior, para ver qué puede suceder en estos
cuatro momentos del día: el atardecer, medianoche, al canto
del gallo o al amanecer.
¿Y habrá hora perfecta para encontrarnos con Él?
No
se trata de oponer, porque Dios viene a buscarnos en todo momento y en toda
circunstancia:
·
Al atardecer: El de la edad con las fragilidades y limitaciones propias. Ese atardecer que nos remite con libertad y
conciencia al definitivo encuentro con Él el día que nos vayamos de este mundo.
Pero también esos atardeceres de la vida, que aún jóvenes y con fuerzas, nos lleva a ver la realidad con más dificultad, ver las cosas bellas e importantes con menos luz y claridad. Atardeceres en la vida cuando inician situaciones de desierto que anuncian momentos de oscuridad y dificultad.
O atardeceres con esos momentos de paz y
calma, en los que empezamos a agradecer por el amor y gozo vivido a lo largo
del día. Momentos de gratitud por las cosechas de la vida. Atardeceres en los que
empieza a serenarse más el alma para recolectar y categorizar todo.
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· Medianoche: Como esos momentos en los que todos descansan y duermen, pero nuestra mente y corazón permanecen alertas. Despiertos por tener vivo el espíritu, como buscando el amor que aletea por todos lados a pesar de la falta de luz. Como esa certeza de que el sol o la luna no determinan nuestro camino, nuestra lucha y nuestra esperanza. Medianoche, en la cual permanecemos en guardia y alertas para proteger a los nuestros, pensando en nuevas salidas y nuevas posibilidades que ofrezcan seguridad y vida plena en medio de las oscuridades y pruebas.
Medianoche
en la que el Espíritu de Dios abrió nuestros ojos con esa gran idea, con una
nueva luz y una salida a los obstáculos del camino. Medianoche con los ojos
cerrados, pero con el espíritu despierto y lúcido para mantener la lámpara
encendida aguardando a Aquel que no duerme y descansa. Medianoche de certezas, porque sabemos que es Él quien vela mis
sueños, tus sueños y el de los nuestros.
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·
Al canto del gallo: Ese canto que en el momento más
oscuro de la noche anuncia que falta poco para amanecer, que ya se acaba, que ya viene el Sol, que, aunque todo se vea oscuro aquí hay vida, aquí
hay aire fresco. Canto que nos recuerda que el mundo creado no se detiene
y pronto el silencio vivo se unirá al Sol radiante. Canto del gallo que no nos despierta, solo nos arrulla y forma parte del coro de ángeles y santos que también
arrullan nuestra vida y nuestros sueños.
Arrullo
que se une al de nuestra Madre, quien sabe tan bien de los días y
situaciones que atravesamos, que sabe de nuestros gozos, de nuestros logros y
sueños para el día que ha de empezar pronto.
Canto
que se une al verdadero, el de Jesucristo. El más entusiasmado por este
encuentro, de Aquel que, si tuviera un despertador para amanecer pronto y venir en
camino, lo apagaría antes de tiempo porque su emoción le
sobrepasa, y sólo se queda junto a estos gallos para soñar y cantar juntos por
nuestro eterno encuentro.
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·
Al amanecer: Como esos destellos de luz que introducen los
colores tenues que se van haciendo vivos poco a poco, y que muestran mi mundo y
el tuyo con los mejores colores. Amanecer, en el que las luces artificiales ya
no son necesarias, porque la del Sol de Justicia es cada vez más fuerte y
cálido. Amanecer que no se hace ni brusco ni torpe. Amanecer progresivo, como
es progresivo el amor que nos va revelando. Amanecer progresivo como aquel
que nos va mostrando las bondades recibidas en cada etapa, en cada momento.
Amanecer que nos lleva a quedarnos de buen humor y buen ánimo, porque se
anuncia un día de luz y esperanza.
Amanecer
en el espíritu, cuando dejamos que todo se llene poco a poco de la verdadera
luz, del verdadero fuego y las verdaderas notas dulces y fuertes que nos hacen
danzar, caminar, volar y correr desde muy tempranito para gozar y amar toditito
el día.
Y en cada hora estás Tú.
En cada momento
eres Tú el reloj, el tiempo, el calendario, el Sol, las
estrellas,
eres Tú el lápiz y papel para contar lo vivido.
En cada hora estas Tú que vienes, que me recibes, que construyes el puente y los caminos seguros.
En cada hora eres, estás, vienes y regresas.
Sea en Adviento, sea en cualquier día y hora del año y de
la vida.
Sea como sea, donde sea, cuando sea, cuanto sea.
Estás, vienes y te quedas para siempre.
No hay otra forma, así eres y así me hiciste.
Aquí te espero, hoy te espero
Aquí me recibes, hoy me recibes.
Aquí estamos, en la hora perfecta…
Amén
VEN SEÑOR JESÚS Y QUÉDATE CON NOSOTROS.
ResponderEliminarMuchas gracias querida hermana Magaly muy enriquecedora tu reflexión
Bendiciones 🙏