Sin faltar el respeto
a nadie, una carrera que jamás hubiese escogido es la de contabilidad o
economía. No soy mala en los números, pero siempre me confunden y enredan los
cambios, negocios y acuerdos. Y también entiendo que es algo muy necesario
en nuestro mundo.
Negociar y acordar de
tal forma que convenga a ambas partes. Negocios en cuestiones financieras, como
los negocios que todos hemos de hacer sobre acuerdos familiares, de amistad
o de trabajo. Negocios más difíciles de concluir, porque se ponen en juego las realidades
que más nos importan.
Pero lo que si nos ha
de quedar claro, es que hay realidades que no se negocian sencillamente porque
no tienen precio ni comparación. Hay verdades en nuestra vida que no pueden ser
intercambiadas, pagadas o reclamadas... Son esos tesoros de tu vida y la mía
que nos dejarían sin aire y vida si las perdemos.
Fue desde esa luz que
Dios me ayudó a entender mejor el Evangelio de este domingo, en el
que Jesús al llegar al Templo de Jerusalén encuentra a personas vendiendo
animales o cambistas de monedas que se daban como ofrenda.
Y al ver la reacción de Jesús que empuja, mueve y derrumba los negocios con fuerza y furia, nos deja desconcertados pues es más fácil verle sereno, paciente y tierno.
Hoy Jesús
muestra otra faceta que remitió a los apóstoles a una cita del Antiguo Testamento:
“Entonces sus
discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo por tu casa me consume”.
(Jn 2,17)
La pregunta que me
viene es ¿Por qué tanta cólera? De hecho vio cómo el templo de su Padre es poco
respetado, poniendo vendedores dentro. Pero queda también la certeza que hablá del respeto al templo de su vida y las nuestras al decirles: “Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días”. ( Jn 2, 19)
Entraba al Templo de Jersusalén, pero también Jesús entraba al templo de nuestra vida, de nuestra existencia. Porque para Él, nuestra vida es sagrada...
Viene al templo de nuestra vida con la ofrenda de su amor, de sus
enseñanzas, de su ejemplo, de su ternura, de su Palabra hecha carne, con el
testamento necesario para ir al cielo. Viene con infinitas ofrendas que no han sido
negociadas, compradas o malgastadas. Ofrendas santas para la salvación de nuestra
existencia.
Y entonces mi Señor, ¿Cómo
puedo negociar lo que te he de ofrecer? ¿Qué sentido tiene comprar o vender aplausos,
reconocimientos o alivios con aquello que es para ti? ¿Cómo puedo ponerle
precio a lo sagrado, a lo invaluable que Tú me das?
Será por eso que más de
una vez derrumbas nuestros esquemas, nuestras falsas seguridades, nuestros
malos y absurdos negocios. Y lo haces para hacernos reaccionar. Para dejar de
ver lo más sagrado de nuestra vida con ojos de rutina, indiferencia, de apatía
o pereza. Para que lo sagrado no se intercambie con la flojera, el sueño, el reconocimiento, las emociones o por un poco de afecto.
Esta semana tomemos
el valor de derrumbar y desarmar aquello que no permite vislumbrar lo
verdaderamente valioso y sagrado que tenemos en el alma. Tomemos valor y con la cólera y fuerza de Jesús, dejemos de negociar con la tentación, con la avaricia o
las soberbias de la vida.
Hoy Señor, tomemos tu
ejemplo para que el templo sagrado de nuestra vida quede libre y fresco, para que
habite el verdadero amor, la verdadera vida y esa auténtica felicidad que anhelamos tanto.
Abramos el cofre de nuestros tesoros para revisarlo bien, y sacar aquello que no vale la pena que esté allí...
Señor, te pido que
esta semana me recuerdes más y más que:
Lo sagrado no tiene precio, no se puede medir, ni
se puede negociar. Lo sagrado no se evita o se quita.
Lo sagrado de mi vida, de mi meta y mi camino
tiene una ruta de esperanza y de paz.
Lo sagrado no se va, no se difumina o desaparece
con el tiempo o lo nuevo.
Lo sagrado va más allá de la misma muerte.
Lo sagrado no da miedo, sino fuerza
Lo sagrado no aburre, sino levanta y motiva desde
dentro.
Lo sagrado no se evita, sino que se busca porque
es indispensable.
Lo sagrado no está fuera, sino muy dentro con un
silencio que suena y se refleja luego.
Lo sagrado no apaga, sino que llena de gozo y
sentido todo lo que vivimos.
Lo sagrado de mi vida me lo has dado Tú, y es
contigo que pueden abrirse los candados y claves de este misterio de amor.
Lo sagrado está conmigo y debo resguardarlo y atesorarlo
siempre, para que brille y salve mi vida.
Lo sagrado está conmigo y alcanza mis sueños, tus
sueños, nuestro camino mi Señor de la Vida.
Amén
Jn 2, 13-25
Y cuando la cruz nos es dada como un regalo, lo indispensable y urgente es abrazarla y aprender a amarla. Eso tampoco se negocia, se acepta con valentía, santidad y amor. Gracias Maga por esta profunda reflexión. 🙏🏻♥️
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