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Una semana que camina dentro…

 


Qué necesario es reconocer el día de hoy, que la Semana Santa no es sólo histórica, para recordar los hechos vividos y reales de Jesús. Es también una semana para vivirla dentro de tu espíritu.

¿Qué pasaría si los días de esta Semana Santa se transportaran hacia dentro?

¿Si cada día tomara la forma de una experiencia interior?

Te propongo un reto que tiene dos momentos:

1)  Entrar dentro del alma y revisar cómo es en este momento la foto de tu vida. Qué colores tiene, qué personas están o ya no están, qué haces, qué sientes, qué tienes o te falta, qué pides, qué anhelas.

2)  Transporta los días de Semana Santa hacia dentro y que se encuentren con esa foto. Imagina que Jesús al entrar a Jerusalén ha entrado a tu alma, en el que cada día recorrido camina también por los diversos aspectos de tu vida.

Hoy 24 de marzo estás iniciando el camino de la Semana Santa. Y el Espíritu de Dios tiene algo que decirnos a ti y a mí a través del amor de Cristo.

Deseo de todo corazón que esta Semana Santa sea ocasión para encontrarte con su amor dentro de ti, hablándote y mostrándote verdades y realidades muy importantes para el momento actual de tu vida. 

Date la oportunidad de recorrer junto a Él la semana de tu alma…

 

Domingo de Ramos: en el que todo el pueblo te recibe con palmas, con alabanzas. Que me evoca a esos momentos en los que predomina mi entusiasmo, prometer que estaré siempre junto a ti, el asombro y gratitud por tanto que me das, la alegría que me anima a seguir caminando, las ganas de alabarte y reconocerte como mi único Dios, la experiencia de fraternidad y generosidad con los que me rodean, el quererte acoger y acoger a todos los que te necesitan, el dar la bienvenida a todo lo que me des y me pidas. Ramas, gritos, cantos y el ánimo fuerte caminando, porque todo va saliendo bien, todo se va construyendo y entendiendo.



Los lunes, martes o miércoles: con días “normales”, con las rutinas de siempre, con las aventuras de siempre. Otros de desconfianzas o reclamos, como los fariseos. O aquellos cansancios, esfuerzos y responsabilidades como tus discípulos, que me hacen crecer y son ocasiones para mostrarte mi amor de diversas maneras. 

El día a día que conocemos y hemos ido construyendo por años. Y en los cuales, me has ido preparando para los jueves y viernes…



Jueves Santo: Como en la Última Cena, recibiendo tu misma vida y tu misma entrega sin saberlo. O cuando te necesito y recibo en la Eucaristía, con mi pobre conciencia y simple esperanza. Encuentro de cena en el que me lavas los pies, como cuando sé que me ayudas y proteges.

 Encuentro de cena en el que me dices que me amas hasta el extremo, en el que sabes que te he de traicionar de diversas formas. Cena para recostarme en tu pecho como Juan, o te pido explicaciones como Pedro.  

                   Como en el Huerto de Getsemaní, cuando hay momentos de miedo, pavor o angustia. Cuando toca tomar decisiones radicales y fuertes por amor, aunque duela y asuste. Cuando es la fe en tu fuerza y el amor del Padre lo que me sostiene, porque las nubes tapan hasta la luna. Getsemaní dentro, como cuando vivimos la soledad, la descepción o negación. Cuando me enseñas a vivir la injusticia respondiendo con paz. Noche larga, de esas que no acaban. Pero noches en las que aparece la brisa fresca y manos tiernas de la Madre, quien me recuerda las promesas de su Hijo, del mismo Dios…



Viernes Santo: Día que quisiéramos que no exista y no tenga nombre. El de sus maltratos ofrecidos por mi pereza y evasión. Días en los que sufres porque elegí a los Barrabás de mi vida, negando tu amor y presencia. Viernes de sentencias injustas, de esa elección indescriptible de cargar mi cruz. Viernes de amor incontrolable, de consolarme cuando eres Tú quien más sufre. Viernes de solidaridad indescriptible cuando caigo y solo puedo levantarme con la fuerza de mi verdadero Cireneo. 

Viernes de amor misteriosamente incontrolable, porque muere Dios. Mueres y mueres todas las veces necesarias para que yo viva y me salve. Mueres para enterrar mis pecados y mis caídas. Mueres para que ya no muera más.

Viernes de amor  infinito, de mostrar tu verdadera debilidad que soy yo. Porque el verme salvada te mueve a pagar el precio más grande: el de tu vida divina.

Viernes míos que unidos al tuyo, se puede convertir en una explosión de vida, de cielo y de esa fuerza capaz de vencerlo todo y transformar todo.



Sábado Santo: Esos días de ausencia, en el que no hay ni un Cristo crucificado y muerto para ver. En el que la bulla viene a ser el silencio más triste y el duelo más hondo. Días de mi vida en los que sólo están los recuerdos de los días buenos, sólo está la promesa de que todo esto pasará. Sábados de mi camino interior que hacen ver más hondo el amor del viernes y me preparan para creer más nítido en el domingo que llega. Día en el que no soy capaz de ver a Dios, pero está la luz firme y simple de María que me sostiene y me anima serenamente.



Domingo de Resurrección: Este que no se entiende sin los lunes o los jueves o los viernes y sábados… Día en el que Dios se manifiesta con todo su poder. Día que no tiene comparación con la emoción de los Ramos.

Día en el que el triunfo de Dios en mi vida hace que ningún reto, prueba o misión sea imposible. Día en el que vencer a mi muerte me llevará a ganar la vida eterna.




Camino bendito, vida bendita, amor infinito.

Toda la semana, todos los meses, todo el tiempo sembrado dentro.

Toda tu eternidad hecha carne, hecha Cruz hecha salvación.

 

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Aquí algunas canciones que te puedan ayudar para estos días: 


Getsemani: 



Cruz: 



María: 



Dias cotidianos: 




Comentarios

  1. LO MÁXIMO/ *HAKUNA*

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  2. Querida Magali buenos días.

    Aprovecharé de toda las maravillosas reflexiones, que nos has compartido por ti, para compartirlo con mis nietecitas, a pesar que ellas, han participado directamente de todas las actividades, hechas en su colegio, con motivo de la Semana Santa.
    Por siempre muchas gracias.

    Dios te bendiga y te guarde siempre.

    Elvira Orellana B.

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