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Mostrando entradas de junio, 2024

No hay imposibles para Dios...

    Tuve estas semanas una experiencia muy fuerte de ver el dolor de una familia ante el accidente de su hijo. Una experiencia en la que tocaba ponernos en manos de Dios con confianza y esperanza. Pero experiencia en la que como familia de nuestro colegio, se tornó en una experiencia honda de fe, de oración con insistencia y de vivir la esperanza de los niños. Ver a los más pequeños de inicial, a todos los estudiantes, los profesores y padres de familia rezando con mucha fe por su pronta recuperación. Y ver cómo poco a poco, este estudiante ha ido recuperándose. Experiencia en la brota dar gracias a Dios de todo corazón por escuchar nuestra oración, en la que también queríamos confiar en sus planes y momentos. Experiencia espiritual que ha quedado grabada en mi corazón y en la de nuestra escuela. Y justo rezando el Evangelio de este domingo me encuentro con dos bellísimos pasajes que narran el poder de Dios, la fuerza de ese pedir con insistencia y confianza. Dos pasajes que nos dejan

A la otra orilla...

  Te animo a recordar o imaginarte un tiempo estable de tu vida.  En el que estás contento, tranquilo y positivo con los tuyos. El trabajo va bien, la familia va adelante, el grupo de amigos que frecuentas son buenos, la salud mejor que nunca, el servicio o misión que haces para ayudar a otros va creciendo. Y de pronto, ocurre lo que se nos cuenta en el Evangelio de este domingo. Jesús dice: «Vamos a la otra orilla». Mc 4,35 Ir a la otra orilla implica cambiar y moverse: de ambiente, de actividad, levantarnos del lugar en el que estábamos cómodamente  sentados   , para hacer el esfuerzo de pararnos, recoger lo poco que tenemos, empujar la barca, empezar a navegar, tomar riesgos y andar por un tiempo largo o corto sobre la inestabilidad de las aguas para dirigirnos a un lugar desconocido. Cuántas situaciones de la vida hemos vivido o están por venir que son analogías de esta historia. Cuántas experiencias vividas así. Esas noticias que cambiaron nuestros planes y rutinas, esos cambios

Por sí sola...

  Vi salir a los niños de 1er grado orgullosos con su regalo por el día del padre. Eran unos vasos decorados como macetas para albergar unas plantas que habían sembrado. Tenía un cartel también hecho por ellos que decía Feliz Día Papa y todo en un celofán transparente. Pensé por un momento que era un regalo muy simple, pero luego me dejó pensando todo lo que simbolizaba… Me remitió entonces a aquellos amigos que he conocido antes y luego de ser papás por primera vez. Me acordé de todas las preguntas, temores, decisiones y retos que sentían ante aquello que se venía por delante. Sus vidas habían cambiado para siempre y tenían toda esa sana preocupación por el futuro de sus hijos y de su familia. Dudas muy comprensibles como lo económico, la forma de educarlos, el tiempo que necesitarían para estar con ellos, no querer repetir los errores que cometieron con él, etc. Y ahora veo estos mismos papás años después: tan contentos, tan “derretidos” con esas hijas que los llenan de besos, o esos

Hermanos...

  Qué especial y qué regalo de Dios es el compartir el camino de la vida con nuestros hermanos. Hay con ellos una relación que no se vive con los demás. Pueda que haya diferencia de edad, que seamos muy distintos unos de otros, pero a la vez hay un estilo o un sello que nos caracteriza y que los demás pueden percibir. Un hermano  es capaz de comprender de manera honda, fina, misteriosa y simple lo que estamos viviendo . Es un amigo que ocupa un lugar particular en el corazón... Seguramente hemos vivido con ellos varias peleas, impaciencias y enojos. Pero con ellos es como si no tuvieramos problema de decir las cosas clara y auténticamente. Con ellos no hemos de estar bien cambiados y arreglados al encontrarnos en las mañanas o en los días difíciles, porque nos han visto crecer con pijama, con pataletas o con ideas ilógicas sabiendo trascender y saber que pronto se nos pasará de alguna manera… Compartimos con ellos a mamá y papá. Y entienden muy bien lo que sentimos por ellos porque

Como el Nevado dentro…

  Vivo y trabajo en un lugar hermoso, rodeada de montañas verdes, nubes muy blancas, un cielo nítidamente celeste. Lugar en el que llega un aire frío y fresco cuando cae el sol tan claro dejándome ver todas las cosas con colores vivos y reales. Y además en la capilla de mi comunidad, tengo el privilegio de poder ver el nevado del Huascarán tan alto, tan firme y hermosamente blanco (esta foto la tomé allí...).  Y al admirarlo junto a otras montañas cercanas, tan lindas y muy verdes, tomo conciencia de lo pequeña que soy. Montañas y nevados hermosos que se ponen de colores naranjas cuando les cae el sol al atardecer. Montañas hermosas que minutos antes del amanecer, son sombras que poco a poco van poniéndose de colores nítidos con los primeros rayos de luz. Paisajes hermosos que además puedo verlos con el arrullo dulce y alegre de un río. Toda una obra de arte, de amor y de vida que es como si Dios amor me llenara de su presencia, me hablara, saludara y cantara con tanta belleza, con tan