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Mostrando entradas de 2024

Buscar el control...

    Tan de nuestro tiempo este tema. Parece una necesidad el planear la vida, las rutas y proyectos. Esa imperiosa necesidad de tener todo controlado porque no podemos fallar, porque tenemos miedo a equivocarnos o al fracaso. Es como si el triunfo de la vida dependiera del resultado de las obras… Algo tan metido en las venas de este mundo, que aunque no quisiéramos puede saltar temor y desconfianza cuando algo se escapó y no podremos medir las consecuencias.   Y justo este domingo en que celebramos la Sagrada Familia y en esta octava de Navidad, al rezar el Evangelio que relata la historia de Jesús perdido y hallado en el templo,  me vino este defecto de nuestro mundo. Y bueno, en este caso no es “cualquier cosa” lo que se salió de control: se les perdió un hijo por 3 días, y encima se les perdió Jesús… Una preocupación y miedo tan pero tan válido para María y José. Pensar que a su hijo, el Salvador, podría pasarle algo… 3 días de preocupación, de angustia. En los qu...

Peregrinar...

  En los últimos días, he tenido la oportunidad de viajar por carretera, cargar maletas y vivir diversas aventuras. He contemplado la noche y el amanecer desde diferentes altitudes y temperaturas, con momentos de hambre y sed. Un viaje realizado en compañía de mis hermanas, y con una meta clara, como todo buen viaje. Hoy, al reflexionar sobre el Evangelio de este último domingo de Adviento, me alegró notar que esta experiencia se conecta con un tema común: el peregrinar. Recordamos a María, quien, al aceptar el llamado de Dios para ser la Madre de Jesús, se apresuró con decisión a visitar a su prima Isabel, viajando hacia un lugar lejano. Qué fortaleza, tanto exterior como interior, mostró al atravesar zonas peligrosas y distantes, motivada por el único deseo de servir a su prima anciana y embarazada. Su fuerza y entusiasmo nos enseñan que el amor es el verdadero motor de la vida. Este viaje puede reflejar lo que significa para todos nosotros lo que es el peregrinar de nuestra exis...

Más de lo que esperamos...

  Hay algo que pasa en el misterio del corazón humano cuando estamos contentos con lo que vivimos pero descubrimos que podemos estar más contentos aún. Es una experiencia muy importante. Y estoy convencida que es un reflejo de lo que ocurre en nuestro espíritu. Éste que se contenta con cosas buenas, pero que busca más porque la sed de Dios crece y necesita estar más y más cerca de su corazón. En el Evangelio de este domingo, me llamó la atención la experiencia que tuvieron unos apóstoles de Jesús que fueron primero discípulos de Juan el Bautista. Hombres muy fieles a su fe y a las promesas de Dios. Hombres que eran felices seguiendo a Juan Bautista constantemente. Pero la historia de estos discípulos no acabó allí... Viene Juan el Bautista con tantas cosas buenas que anima y despierta el corazón de sus discípulos. Viene con verdades y esperanzas que motivan a vivir la vida de la mejor manera. Vino de tal manera, que suscitó una pregunta muy sincera, de esas que brotan cuando algo e...

Frente a un espejo...

  Cuando era niña me impresionaba y encantaba la experiencia de verme en el espejo. Una pared plateada que repetía mis movimientos, que captaba mi risa, el color de mi pelo o mis conocidos cachetes… Y aún ahora pienso que la experiencia de mirarse largo rato en un espejo puede ser útil, un ejercicio sencillo que nos ayuda un poco a encontrarnos con nosotros mismos. Un ejercicio que nos guía simbólicamente a responder una pregunta fundamental: ¿Q uién soy yo? Hoy que rezamos el pasaje de la Anunciación, me remitió a pensar en María como aquella mujer que vivió junto un Espejo Vivo. Una Mujer que tuvo la certeza de saber quién es porque sabía mirarse con la mirada de su Hijo. Este es un pasaje y momento del Evangelio lleno de gracia, de misterio y de presencia. Un pasaje que definitivamente puede llevarnos a rezar y comprender cómo cada uno de nosotros vive el propio llamado, la propia misión y la acogida a todo lo que Dios nos va diçiendo en diversas etapas de nuestra vida. Un diálo...

Morder el agua...

  Frase extraña o ilógica: “morder el agua”. Me vino, una tarde que estaba muy agotada. Tenía mucho calor y era un clima muy seco. Por lo tanto, la sed que tenía era mucha. Y al empezar a tomar agua, mi sensación era necesitar que pase rápido por mi garganta. Es como que quería morderla para satisfacer más pronto esa necesidad de hidratarme, que el agua entre pronto por todo el cuerpo. Me reí de la frase, pero horas después me puse a pensar que a veces en la vida es algo así lo que puede sucedernos. Hay veces que tenemos una sed indescriptible, impaciente, urgente y necesaria. Una que no solo para hidratarnos físicamente. Es una sed que puede darse en diversas necesidades de la vida. Sed de respuestas, sed de encuentro, sed de aliviar un dolor grande, sed de calmar el resentimiento o cólera, sed de solventar una urgencia económica, sed de reconciliación con un ser querido, sed por comprender preguntas hondas sobre la vida. Tantos tipos de sed como experiencias de vida que suceden e...

El Rey que necesito...

  Debe haber gente que quiere ser rey para dominar gente, tierras y proyectos. Un rey tiene poder: para hacer mucho bien o mucho daño, dependiendo de su bondad y sentido de misión. Y habrá por ello reinos con reyes déspotas o crueles, otros con reyes ausentes y silentes que no se comprometen. Y otros con reyes egoístas y ambiciosos que sólo buscan usar a su propio pueblo… Pero un cristiano ha nacido para pertenecer a un reino muy diferente. Uno que no es de aquí. Que no requiere ejército, porque no busca peleas sino conquistar corazones. Pertenecemos a un reino con fuerza y armas muy distintas. Que avanza y crece con la verdadera esperanza. Un reino en el que nos alimentamos con la gracia y dulzura de Dios. Un reino que congrega y reúne para avanzar. Uno en el que todo el cuerpo sufre cuando un miembro padece. Uno en el que no importa lo que podamos o no podamos hacer, pues sólo importa el ser auténtico. Uno en el que todos somos hermanos, amigos y equipo. En este reino, nuestro Re...

La fiesta no acaba...

  Tengo el recuerdo vivo de mi fiesta de 15 años.  Había soñado con ella y mis papás me la regalaron. Llegó el día y todo estaba listo: la ambientación,  mi  vestido, la comida, la música y otras cosas más organizadas con la ayuda de mis amigos. Fue una fiesta inolvidable y muy divertida. Vinieron todos los que más quería. Bailé el vals con mi papá como lo había soñado. ¡Y bailé con mis amigos toda la noche sin parar! Poco a poco llegaron las horas de madrugada y empezaron a irse.  Hasta que ya cerca al amanecer quedó el mismo jardín de mi casa vacío. Vacío de gente,  sin música, sin luz y bulla. Pero mi corazón no estaba vacío, estaba lleno de recuerdos, de gratitud y de gestos que atesoré en el corazón. Y así como como tengo este recuerdo grabado, podemos tener muchos en los que pasó el momento, pasó el encanto o lo bueno. Pero las experiencias vividas no se van y quedan grabadas en el libro de nuestra historia. Me vino este recuerdo cuando rezaba el Ev...

Como esa viuda...

    Eran esas mujeres del Antiguo Testamento y la época de Jesús que estaban totalmente desprotegidas. No tenían un padre, un esposo o un hijo adulto que las sostuviera. Vivían mendigando o haciendo lo que se pueda. Creo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos experimentado frágiles con ella. Vulnerables económicamente, por la salud, por la soledad, por los problemas, por las incertidumbres ante el futuro o tantas cosas por las cuales es como si no supiéramos a dónde mirar, a quién buscar y cómo salir adelante. Momentos en los cuales no basta con tener a los de nuestro lado, pues incluso ellos también están esperando algo de nosotros. Sentirnos como esas viudas, buscando otro tipo de ayuda: algo fuera de lo humano y cotidiano. Buscar una fuerza y un ser superior que pueda solucionar o resolver la pobreza y fragilidad que parece que no va a acabar. Y en ese sentido, la historia del Evangelio nos muestra a una viuda que nos da una gran lección. Un corazón que ...

Dentro de una aguja...

  Me gusta coser, y a veces se me hace difícil ensartar el hilo. Para hacerlo, es necesario que los filamentos de cada hebra estén unidos y compactos. Cuando están separados es imposible hacerlo o en el mejor de los casos sólo unos cuantos entran por la aguja quedando una hebra débil e incompleta. La única solución entonces es cortarla un poco. Me ha gustado usar esta simple comparación para entender mejor el Evangelio de este domingo, un pasaje corto, pero con contenidos importantes que me tocaron el corazón. Cuenta que un maestro de la ley buscó a Jesús porque quería saber cuál es el mandamiento más importante. ¡¡¡Eran aproximadamente 613 preceptos que los judíos debían cumplir!!! Y Él que siempre responde nuestras preguntas, lo hizo también con él. Le dio una respuesta que me hizo tomar conciencia una vez más que sólo con Cristo todos los filamentos de los hilos de nuestras vidas pueden unirse para poder entrar al cielo y ser felices para siempre. Una primera hebra que m...

Saber qué pedir...

  Cuando era niña y veía que mi mamá salía a la calle, siempre le decía: “cómprame algo” y ella me decía ¿Qué quieres que te compre? Y yo le respondía: “No sé, algo…”. Tal vez el que tenga niños en casa haya tenido esta misma experiencia. Pero hemos de reconocer que incluso siendo adultos, es una sensación o experiencia que puede brotarnos de diversas formas: esperar “algo” de una persona, resentirnos de otra sin saber bien por qué, buscar a una persona sin tener claro el por qué, y algunos otros ejemplos por el estilo. Pero creo que el punto en estas situaciones es que nosotros como les sucede a los niños, a veces no tenemos claro qué buscamos, qué necesitamos y qué es lo que nos está faltando en nuestra vida. Rezando el Evangelio de este domingo, con el ejemplo de un ciego llamado Bartimeo, tan lleno de fe y confianza al que Jesús curaría su ceguera, escuchó de Jesús una pregunta que dejó resonándome el corazón: “¿Qué quieres que haga por ti?” Mc 10, 51 Y esa pregunta me re...